Cuando analizamos la historia de las organizaciones podemos tener diferentes perspectivas, pero a mí me gusta la de aquellos que piensan que el avanzar de la historia en su conjunto, y de las organizaciones en particular, es como una especie de muelle que repite con ciertas semejanzas sucesos precedentes, pero sin caer en una absoluta mimetización como proponen los influenciados por el modelo hegeliano. Considero que a lo largo de la historia se producen circunstancias que pueden ser casi de un paralelismo absoluto, pero que también van introduciéndose novedades en los ciclos.

Defiendo, pues que la acción humana tiene mucho que decir. Rechazo tanto el fatalismo de los desencantados como la ilusión irreflexiva de los inconscientes risueños. Y particularmente en el tema de la situación de la mujer dentro de los ámbitos directivos de las organizaciones.
Las mujeres han ido logrando posiciones en diversos ámbitos de la realidad profesional, y quizás el campo del derecho y de los despachos de abogados sea uno en los que la presencia femenina sea mayor, aunque esa presencia pierde fuerza según se avanza en la escala de poder en los mismos y nos acercamos a las posiciones de socios.
A las mujeres siempre les ha costado conseguir sus objetivos y, como recordó hace poco en una comparecencia la Vicepresidenta Segunda del gobierno, en desdichada analogía con la economía española, las mujeres han tenido que demostrar el doble que sus colegas los hombres para conseguir las mismas metas
Como es sabido, dentro del siglo XX Alice Paul y Lucy Burns, lucharon junto con otras audaces mujeres por lograr que las mujeres tuvieran derecho al voto, algo que sorprende que en tiempos tan cercanos no fuese ya una realidad. Arriesgaron sus propias vidas, pero al final sus esfuerzos consiguieron el éxito total.
La reivindicación de los derechos de la mujer ha sido en ocasiones muy radical y visceral; encontrar su lugar no ha sido en absoluto un sendero hacedero. En la actualidad seguimos encontrando en esta cuestión posturas que podríamos calificar de fundamentalistas. No es mi caso. Sino que considero que la presencia de la mujer en el mundo laboral y, en general, en el ámbito de las decisiones privadas y públicas no es una intromisión, sino una gran aportación que no puede ser soslayada.
A lo largo de los años las tendencias del management, en las que no han participado las mujeres, han ido evolucionando desde una concepción mecanicista, donde el hombre era un elemento más de la cadena de producción, hasta una concepción humanista en la que apoyaré mis razonamientos
Todos los planteamientos de construir organizaciones con una concepción humanista conduce a las empresas a la Excelencia y esta es una aspiración de todas las organizaciones. Sólo los directivos mediocres se contentan con menos. Por otro lado he considerado que hasta hace relativamente pocos años, la presencia de la mujer en puestos directivos, y en la empresa en general era meramente testimonial.
Esas tendencias están cambiando a buen ritmo. La cuestión que ahora planteo es : ¿la presencia y aportaciones de la mujer en el mundo organizativo puede suponer una ventaja clara en la búsqueda de la excelencia?
Muchos autores han analizado las características psicológicas y comportamentales de las mujeres y las han contrapuesto a las de los hombres. Las percepciones de unas y otros son tan complementarias que resulta plausible que el hecho de trabajar juntos unos y otros pueda beneficiar a las organizaciones. La diferencia no rompe la necesaria unidad del proyecto, ya que tanto hombres como mujeres alcanzan igual Cociente Intelectual, pero activando diferentes regiones cerebrales. Los tipos de cerebro masculino y femenino son equivalentes intelectualmente, difieren en cuanto a la organización de cada uno de los hemisferios, razón por la que no procesan de igual forma una misma información.
Como ha expresado, de forma brillante la doctora López Moratalla, al hablar de la igualdad esencial entre el varón y la mujer: "La noción de persona- dice- ha de dar razón de que la persona real se da en dos formas corporales ‘ontológicamente' distintas. Varón y mujer se distinguen en la relación mutua original; es decir: son iguales en cuanto personas, pero se diferencian en el modo en que cada uno se abre a la relación con los demás y con lo demás, precisamente por la diferencia corporal. Diferencia que no rompe la igualdad esencial".
Es por tanto necesario ver el camino de las mujeres en el mundo profesional no como una lucha de ellas contra los hombres, ejerciendo un contrapoder, sino como una realidad en la que existen hombres y mujeres y estas mujeres deben poder jugar el partido en el mismo campo que los hombres, con los mismos medios, las mismas reglas y un árbitro que no sea casero para que en cada partido gane el mejor, sólo por serlo, y esto supondrá una mejora importante para la sociedad en su conjunto.