Uno de los desafíos diarios de quienes ostentan puestos de responsabilidad al frente de instituciones cuyas acciones se proyectan sobre las profesiones y sobre la propia sociedad civil es el de transformar los proyectos en realidades concretas y efectivas. Hace ahora dos años, la Junta de Gobierno del ICAM se propuso crear “un Colegio más útil”, atendiendo las necesidades y demandas de cada compañero y compañera, dando satisfacción por consiguiente a la promoción de sus intereses.
En este sentido, y como una de las líneas de actuación novedosas, planteamos la creación de un Club Sénior de la Abogacía madrileña, que acabamos de inaugurar. Es mucho más que un lugar físico. Se trata de una puerta abierta, permanentemente y en nuestra corporación, a los más veteranos. Y el propósito de este compromiso, que ya se está llevando a cabo, es el de impulsar con ilusión y con ideas la celebración de todo tipo de actividades culturales, formativas y de ocio para quienes se encuentran en el final de su carrera profesional o ya la han dejado atrás.
En el plano personal, me siento especialmente orgulloso de la respuesta que el Club Sénior está teniendo evento tras evento, pensados todos ellos para cubrir las inquietudes creativas y de participación en ámbitos vinculados al puro esparcimiento o al arte, con talleres para su mejor comprensión y disfrute. Y me siento especialmente orgulloso de que los propios colegiados y colegiadas lo hayan entendido desde su origen como un marco para el diálogo y cuyo devenir lo están marcando en gran medida sus propias preferencias.
Tengo el pleno convencimiento de que es posible y hasta necesario combinar la longevidad física con la mental. Y, desde luego, del papel tan relevante que están llamados a jugar los profesionales sénior en empresas y organizaciones en general, en el marco de una sociedad y de un mercado laboral tan cambiantes.
El valor del conocimiento y de la madurez
Las personas con experiencia llevan consigo el conocimiento y la madurez. Tienden a aportar confianza en los grupos, en la medida en que tantos años de trabajo a sus espaldas les permiten manejar con criterio situaciones o ejecutar ciertas tareas complejas, lo que se traduce en seguridad y estabilidad. Y sin duda, están en mejores condiciones de manejar una gran red de contactos, que termina redundando en mayor riqueza e incluso competitividad para los organismos a los que sirven.
En estas coordenadas, y en paralelo al formidable esfuerzo que estamos haciendo por dotar de herramientas y favorecer el inicio del desarrollo profesional de los abogados más jóvenes, hay que situar nuestro Club Sénior: en sus primeros pasos ya se intuye la certeza de que dará momentos de gran valor, los que se asocian a las iniciativas que merecen de verdad la pena.
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