
Vladimir Ilich Uliánov (1870–1924), más conocido como Lenin, es universalmente recordado como el líder de la Revolución rusa y arquitecto del primer Estado socialista del siglo XX. Sin embargo, pocos saben que antes de abrazar el marxismo militante, Lenin estudió Derecho y ejerció como abogado durante cuatro años.
Lenin ingresó en 1887 en la Facultad de Derecho de la Universidad de Kazán (Rusia). Tras participar en una protesta estudiantil, fue expulsado a los pocos meses. Determinado a continuar su formación, se inscribió como alumno libre y, en 1891, obtuvo el título de licenciado en Derecho por la Universidad de San Petersburgo con las máximas calificaciones.
Fue un estudiante excepcional, de hábitos metódicos y gran disciplina intelectual. Leía con voracidad y aprovechaba cada momento para estudiar. Su formación incluyó asignaturas como Derecho romano, penal, civil y mercantil, que dominaría con soltura en sus primeros pasos profesionales.
En 1892, Lenin inició su ejercicio como abogado en la ciudad de Samara, trabajando en el despacho de Andréi Khardin, un conocido jurista con quien compartía, además, frecuentes partidas de ajedrez. Robert Service, en su biografía Lenin, describe esa etapa con riqueza de detalles: el joven abogado representó a clientes de escasos recursos, a menudo campesinos o pequeños comerciantes, en una docena de casos documentados.
Los asuntos eran variados: litigios por herencias, pleitos entre campesinos y terratenientes, reclamaciones laborales, juicios arrendaticios, e incluso algún procedimiento penal. En total, tramitó 14 casos en 1892 y seis en 1893. Uno de los más significativos fue la defensa de un joven acusado de robar grano, en el que Lenin desplegó una defensa bien estructurada basada en apelaciones a la equidad. Otro caso paradigmático fue la defensa de un campesino acusado de apropiación indebida de tierras comunales: aunque perdió el juicio, la experiencia dejó una huella profunda en su visión de la justicia.
En sus intervenciones, Lenin se mostraba meticuloso, persuasivo y claramente alineado con los más débiles. Fue allí donde tomó conciencia directa de la desigualdad estructural del sistema jurídico del Imperio ruso, que protegía a la nobleza y a la burguesía en detrimento de los sectores populares.
En 1893 se trasladó a San Petersburgo y trabajó brevemente en el despacho de Mijaíl Volkenstein, una figura respetada del foro. No obstante, su vocación política se impuso rápidamente: comenzó a participar en círculos marxistas clandestinos, organizó grupos de discusión entre obreros y escribió sus primeros ensayos sobre economía política y crítica legal.
En 1894 abandonó definitivamente el ejercicio de la abogacía, convencido de que el Derecho —en su formulación zarista— no era más que un instrumento de opresión de clase. Su paso por los tribunales, lejos de afianzarle como jurista reformista, lo llevó a radicalizar su postura y a imaginar una transformación total de la estructura legal.
En su obra El Estado y la revolución (1917), Lenin formula una crítica frontal a la legalidad burguesa. Para él, el Derecho no es un árbitro neutral, sino una forma institucionalizada de violencia de clase. La ley, lejos de proteger a todos por igual, servía para preservar los privilegios de una minoría.
Esa concepción —rechazada por los sistemas democráticos liberales— influyó profundamente en los modelos jurídicos soviéticos y en la teoría del Derecho marxista. Lenin también se distanció de los llamados «marxistas legales», que abogaban por reformas dentro del sistema. Su experiencia práctica le convenció de que solo una revolución podía cambiar de raíz la estructura jurídico-política del antiguo régimen.
Más allá de la política y el Derecho, Lenin tenía una profunda atracción por la música. Su compositor favorito era Beethoven, y sentía especial admiración por la Sonata n.º 23 “Appassionata”, que escuchaba con frecuencia. También valoraba a Bach y Mozart, aunque con menos intensidad emocional. Sorprende su declarado aprecio por Wagner, cuyas óperas procuraba no perderse cuando se representaban.
A pesar de su importancia histórica, la figura de Lenin ha tenido escasa presencia en la ópera occidental, en parte por su fuerte carga ideológica. Sin embargo, existen algunas obras notables:
- Lenin in Zurich (1970), ópera de cámara del compositor ruso Grigori Frid, basada en el libro homónimo de Solzhenitsyn, retrata a Lenin en su etapa suiza previa al regreso triunfal a Petrogrado.
- En el ámbito del realismo socialista, diversas cantatas y sinfonías se compusieron en su honor. Destacan la Cantata a la memoria de Lenin de Sergei Prokofiev (1931), y la Sinfonía n.º 12 de Shostakovich (1961), subtitulada El año 1917. Esta última, considerada por muchos como la menos lograda del ciclo sinfónico del compositor, revela quizá la dificultad —o resistencia— de Shostakovich para componer desde una inspiración sincera en torno a Lenin.
- En tiempos más recientes, el personaje de Lenin ha sido mencionado de forma simbólica en óperas como Nixon in China (1987) de John Adams.
A través de este enlace puedes escuchar la Cantata a la memoria de Lenin de Sergei Prokofiev. Gergiev dirige la London Symphony orchestra.