He seguido con atención el terremoto y tsunami acaecido principalmente en el norte del Japón. La tecnología de los medios de comunicación, de manera instantánea nos reprodujo las consecuencias de esta catástrofe natural, en lo humano y lo material.
Era impresionante ver las imágenes de dolor en el pueblo japonés, pero me resultaba igual de impresionante notar el valor de la población para enfrentar solidariamente el impacto del desastre. Dolor y valor era lo que imperaba. ¿Qué significa para mi esto?. Que el terremoto produjo sólo efectos naturales y no pudo socavar la cultura de la mujer y el hombre de Japón. La superficie de la isla se puede haber deslizado (dicen que dos metros), pero los valores necesarios para la vida en común, parecería que han sido fijados en la mente de cada habitante de Japón con algún tipo de ¨ construcción psíquica antisísmica ¨. Digo esto porque la ley prevaleció contra el indudable deseo de supervivencia que tenemos todos los seres humanos, y le puso el cauce suficiente, para que en la convivencia japonesa dentro de la catástrofe, uno no suprimiera al Otro, en post de la satisfacción de las necesidades primarias. Ver esa fila de personas para obtener un poco de agua potable, dentro de un marco de respeto por la otredad, no es cosa común en situaciones análogas. Los saqueos de la propiedad es la nota humana que primero aparece en los desastres de la naturaleza como el que estamos tratando. En estos casos el hombre se suele sentir fuera de la ley, se bestializa, y rige un ¨ sálvese el que pueda ¨ Parecería que las olas del tsunami ¨ arrastran la culturización ¨ y el hombre se convierte en lobo del hombre. Pero ello no sucedió en el pueblo japonés. ¿Por qué?. Desde lo psicológico, la respuesta es sencilla. La ley es un valor y a prueba de sismos, por las identificaciones, que han constituido el Yo de la mujer y hombre de Japón. La identificación es un proceso psicológico inconsciente mediante el cual el sujeto asimila un aspecto, una propiedad o un atributo de otro y se transforma, total o parcialmente, sobre el modelo de éste. El psicoanálisis reconoce dos tipos de identificaciones: identificaciones primarias e identificaciones secundarias.
Las identificaciones primarias, son las más importantes pues constituyen el núcleo del Yo. Se dan muy tempranamente, en los primeros años de vida ( desde nacimiento hasta los seis años aproximadamente), con los personajes más significativos del entorno (madre, padre, abuelos, hermanos).Las identificaciones secundarias se dan posteriormente, durante todo el resto de la vida, y se realizan con otras personas del medio social: maestros, amigos, profesores, parejas. Ambos tipos de identificación son responsables de la construcción de la subjetividad de cada persona, y por ende de las elecciones inconscientes de la manera de vincularse con el Otro a lo largo de la vida.
Fíjese lectora o lector, que esta ¨ inclinación ¨ a comportarse de tal o cuál manera ante hechos que se le presenten a uno, es inconsciente. Uno no la razona. Esto conforma el proceso de ¨ culturización del cachorro humano ¨ . Así, no hay dudas que en Japón, sobre todo desde la muy temprana edad, se trasmite al ¨ cachorro humano ¨ que la ley debe estar siempre presente en cualquier circunstancia de la vida. Claro está que esta enseñanza y el correspondiente aprendizaje, al niño por su edad, no se lo concreta con un código en la mano. Se produce mostrando que hay límites. Ya con las identificaciones secundarias, estás barreras al deseo de cada uno, si se irán haciendo saber con otras formas, una será con la capacitación legal.
Ahora uno se puede preguntar: ¿Todas las personas en Japón están cortadas con la misma ¨ tijera ¨? ¿Todas las subjetividades tienen ¨ estructura psíquica antisísmica?. No hay dudas que hay ¨ cohesión cultural ¨ en el Japón. Por ello los valores que se ponen en juego en la identificaciones primarias, principalmente, y las secundarias son los mismos. La ley no hay duda: es un valor incuestionable en el pueblo japonés. Es lo que evito la catástrofe natural deviniera en cultural también, en cuanto a la ruptura de la convivencia.
Termino comentando que este artículo lo escribo a partir de un encuentro de familia que tuve hoy en Buenos Aires. Hablaba con un colega, descendiente de japoneses, el Dr. Jorge Shinya, sobre mi visión del terremoto y la respuesta humana que hubo de parte los habitantes. Fue cuando Jorge me contó que sus antepasados se preguntaron que debían hacer después de la segunda guerra mundial, para enfrentar la calamitosa situación en que había quedado el estado japonés. La respuesta que les dio su abuelo a la familia fue la que se dieron en todas las familias: vamos a superar los trágico de la guerra, estudiando. Fue así que si techos, sin escuelas, bajo la protección si se quiere de los árboles, se estudiaba para superarse. Se ponía en marcha un proceso de culturización en donde la ley iba a ocupar el lugar de valor supremo. Por ello la tragedia japonesa no conmovió los cimientos de convivencia social. Las heridas de este pueblo van a cicatrizar pronto. Su ¨ psiquis antisísmica ¨ lo va a posibilitar.
Hasta la próxima colega.