Cuando padecemos una dolencia, del tipo que sea, el sentido común nos aconseja dirigirnos al médico especialista en nuestro problema. Si bien podemos acudir, en primera instancia al médico de cabecera, o de familia, o incluso al servicio de urgencias, para localizar la enfermedad, con posterioridad éstos nos derivan al especialista, a fin de que dé una solución a nuestro mal.
Cuando tenemos un problema jurídico, debemos dirigirnos al abogado que está especializado en la esfera del Derecho que nos afecta, a fin de que pueda darnos una respuesta más adecuada y acorde a nuestras necesidades.
No se nos ocurre ir al dentista, cuando nos duele la rodilla, o al traumatólogo cuando nos duele la muela.
Con el abogado ocurre lo mismo. El tratamiento que merecen las cuestiones que integran el Derecho de Familia, requieren un abogado especialista en la materia, que conozca perfectamente, no sólo el tratamiento procesal de asunto sino también las especialidades que, por tratarse del asuntos en los que se barajan especiales cuestiones del entorno familiar, (sentimientos, relación con menores o incapaces, intervención de determinados especialistas como psicólogos o psiquiatras, etc.,) comportan la necesidad de una experiencia del abogado en dichos campos.
El ejercicio del derecho en todas sus ramas por parte de un mismo abogado es absolutamente imposible en el mundo de hoy, y el profesional de la abogacía que defienda esta postura, será mediocre en todos los campos jurídicos que desempeñe.
La especialización en una materia supone, además de la dedicación exclusiva a la misma con la experiencia que ello supone, el compromiso de adecuar e incrementar constantemente sus conocimientos jurídicos mediante su formación continua en la materia específica del ámbito del derecho de Familia, recabando, para un mejor desarrollo de su función, la ayuda o colaboración, de ser necesaria, de otros técnicos, profesionales o instituciones que desarrollen su actividad en dicho ámbito, tal y como determina el decálogo de actuación del Abogado de Familia defendido por la Asociación Española de Abogados de Familia.
Es cierto que podemos tener un abogado de confianza, en el que queramos depositar nuestro problema familiar cuando éste surja, o al que pedir consejo a la hora de prevenirlo, pero este mismo abogado debería derivar los asuntos de dicha materia al especialista, si él no lo es, como haría el médico de cabecera con su paciente.
