La industria musical, en concreto la IFPI (International Federation of the Phonographic Industry) ha declarado en su último informe sobre música digital (Digital Music Report 2013), buenas noticias para esa gente extraña que pretende sostener la industria de la música. Concretamente 2012 ha sido el primer año de incremento global de beneficios desde 1999, tiempos en que el CD reinaba en las tiendas físicas.
En España, desde el año 2001 la industria discográfica ha perdido el 77,5% de su facturación. Aún así, las ventas digitales aumentan cada año a nivel global y los modelos de suscripción como Spotify proliferan y se consolidan; descendiendo las modalidades de streaming financiado por publicidad (youtube, spotify free, etc.). En concreto, las ventas digitales en nuestro país han subido y representan un 34,23% de las ventas totales, aunque no lo suficiente como para compensar la caída de las ventas físicas (en Estados Unidos las ventas digitales representan el 55% del total). Las tiendas digitales (iTunes, etc.), representan un 70% de los ingresos digitales en 2012. En cuanto a formatos físicos se refiere, el CD se mantiene como formato omnipotente y el vinilo se reafirma como moda, aunque con cifras modestas, al igual que los singles, los cuales, repuntan. La IFPI habla de un descenso general de las ventas de discos en un 40% desde el 2000, año clave por la proliferación de las herramientas online para acceder a obras musicales.
Las evidencias más reveladoras apuntan que el mercado físico, pese a sus cifras en caída libre, sigue suponiendo el 65,7% del mercado musical. La IFPI reconoce que alrededor de un tercio de los internautas usa de manera regular sitios web ilegales para el acceso a obras musicales.
Los anteriores números se debaten entre el cambio de modelo de negocio, de lo físico a lo digital, y la crisis de la piratería. Sin embargo, resulta imposible negar que, en cuanto a mercado discográfico se refiere (como cada vez más en Publishing y Touring), el mercado digital supone el futuro. A sabiendas que el consumo general de música no ha descendido, sino al contrario, pese a la piratería, mantiene el tipo, la cuestión, ardua sin concesiones, radica en buscar la fórmula de aunar diferencias y atraer el consumo ilegal a modelos digitales legales que ofrezcan ese plus en integración de servicios, acceso inmediato universal y máxima interactividad multiplataforma de la interfaz de usuario, como marcan los mantras de Sillicon Valley, estándares de la web 2.0 y la sociedad de la información.
En este sentido, se sabe que el próximo en apuntarse en la búsqueda activa por el modelo de éxito, es Google, el gigante que el año pasado se comprometía para actuar contra la proliferación de sitios web de descarga ilícita, tiene un as guardado en la manga: un servicio de música por streaming, o music-on-demand, con diferentes opciones de suscripción, que verá la luz pronto. Con la capacidad de convocatoria de Google (actualmente en negociación con las principales discográficas), y la compatibilidad con su integración de servicios (y su influencia en el mercado móvil a través de Android), su nuevo modelo podría suponer, cuanto menos en criterios cuantitativos, un referente en los modelos de suscripción.
Ya sea al rebufo de Google o de cualquier otro (ya dio la sorpresa en su momento Spotify), parece evidente que una jugada en el mercado de la música por streaming, o music-on-demand, supondría un paso de gigante a la hora de afianzar la influencia y la importancia de dicho mercado en la industria musical. Son los modelos de entretenimiento que permiten el acceso legal a obras musicales y audiovisuales, combinados con las anteriores herramientas 2.0, los que representan mejor la efectividad contra la piratería y el repunte de la esperanza y la creatividad empresarial a la hora de levantar la industria de la música, del cine y de la cultura en nuestro país. Todo empieza con el contenido, pero la clave del éxito radica también en el vehículo por el que se transmite y radica en el público.