Estoy que lo flipo… He llegado a la conclusión de que el ser humano tiene una asombrosa capacidad de mutación animal. Vamos, que nos parecemos a los protagonistas de X-MEN o Transformers. Y si no prestad atención:
Nos convertimos en auténticos linces cuando queremos enterarnos de algo. Nos convertimos en elefantes, cuando queremos tener memoria. Nos convertimos en tiburones si queremos conseguir algo. En zorros cuando queremos ser los más listos. En delfines cuando nos interesa ser simpáticos y arrimarnos a alguien importante para nosotros. Somos gacelas cuando necesitamos correr… Vamos que cuando nos interesa somos lo que haga falta ser.
Pero claro, como sucedía con Star Wars, toda fuerza o capacidad tiene su reverso o lado oscuro y tenebroso. Porque con un solo chasquido de dedos también nos podemos convertir en auténticas tortugas para tardar siglos en enterarnos de algo.
Y eso es lo que parece que está pasando estos últimos días en la red. Blogs tan importantes como el de Enrique Dans o Mangas Verdes traen a la primera línea de la ciber-actualidad el caso de la modelo de nacionalidad canadiense Liskula Cohen que, en los últimos tiempos, ha sido objeto de muchos y variados ultrajes (váyase usted a saber por qué) a través de un blog abierto en la aplicación gratuita que Google tiene para ello: Blogger.
Pues bien, la noticia que nos interesa es que es un juez ha ordenado a Google dar todos los datos que fueren necesarios para lograr conocer la identidad de la persona titular del citado blog a fin de que responda, civil o penalmente (es lo de menos ahora), por los ultrajes inferidos en su bitácora.
Será que soy abogado y me dedico a esto, y es algo que veo normal al haberlo conseguido para algún cliente previamente, pero lo que me parece asombroso es que haya usuarios de internet que se echen las manos a la cabeza porque un juez haya tomado esa decisión. Parece ser que el anonimato en internet es algo sagrado, una conditio sine quanon para la existencia de la red y que cualquier atentado contra dicho dogma ha se de ser considerado como sacrilegio.
No obstante, centrándonos en que estamos ante sociedades democráticas y estados de derecho (por tanto, excluyendo países totalitarios), considero, honestamente, que no hace falta ser un abogado o un iniciado en internet para aplicar el sentido común.
Y dicho sentido común lo que nos dice es que si alguna persona produce o causa un daño a otra que, legalmente, sea o pueda ser objeto de indemnización o pena, ha de responder y no llevarse las manos a la cabeza y ampararse en el supuesto (aunque incierto) anonimato que conlleva internet.
Después entraríamos en el más complejo tema de la identificación del causante y en el necesario e inexcusable respeto de los derechos y garantías del causante, pero precisamente porque se han de respetar sus derechos, previamente ha debido respetar el de los demás.
En consecuencia, no queramos transformarnos, cuando nos interesa, en aquello que a anule nuestro más elemental sentido común y no recurramos al tan manido tópico de que internet es libre, porque una cosa es la libertad y otra muy diferente, el libertinaje.