No hace mucho leí una noticia sobre las tarifas desproporcionadas de Internet con roaming.
El roaming, palabra inglesa que significa itinerancia, es un término que se usa últimamente en telefonía móvil para indicar la posibilidad de recibir y enviar llamadas fuera del ámbito local de la compañía que ofrece el servicio. Pues bien, el roaming sale caro, muy caro.
Y tan caro. Como que descargar un correo electrónico de unos cinco megas puede llegar a costar 60 euros!!! Si si, 60 euros.
Es curioso como las operadoras nos han creado la necesidad de estar pegados al móvil (algunas personas tienen dos y hasta tres móviles). En un principio para recibir llamadas, pues hacerlas resultaban caras. En esa época muchos decían que tenían un móvil por si lo necesitaba para alguna urgencia. Que tiempos, no hace mucho.
Luego salieron las tarifas planas, y ahora todos los clientes te bombardean a llamadas. Ya no vale la excusa de que no estás en el despacho. Todo lo contrario, sino atiendes al móvil, luego te recriminan el porqué no lo has cogido, como si el tener un móvil supusiera el tener que llevarlo encima siempre.
Y en este momento en el que vivimos, se ofrecen soluciones de Internet en el móvil bastante competitivas, aunque eso de competitiva aun debería ponerse entre comillas. Y por muy competitivas que sean, lo único cierto es que el que tenga en su terminal móvil Internet, está perdido. Los clientes no solo lo van a bombardear al teléfono del despacho, o al móvil, sino que también lo van a bombardear a emails, y no cabe la excusa de que no estabas en el despacho y que no te habías conectado, pues el mensaje que deja un mail enviado desde un dispositivo móvil es delatador: "Mensaje enviado desde mi dispositivo BlackBerry". Pero el mejor de los pies de mensajes es el de Movistar: "BlackBerry de movistar, allí donde estés está tu oficina". Y efectivamente, tu oficina no es tu oficina, eres tú y tu BlackBerry, y da igual donde estés. Y sino que se lo pregunten a uno de nuestros socios.
Como somos muy dados a las NN.TT., pues resulta que se fue con su móvil al extranjero (bueno realmente fue dentro de la Unión Europea, lo que pasa es que en temas de telecomunicaciones tienes la sensación de estar en el extranjero). Él seguía conectándose al igual que lo hacía aquí, y sin embargo cuando llegó la factura se encontró la sorpresa. La gran factura, que ni siquiera en un año de forma natural llegamos a consumir, bien se podría haber evitado conectándose a una red wi-fi, o con tarjetas prepago del país visitado. La información por parte de la operadora, como cabría esperar, fue deficitaria, tanto antes de viajar como después de la gran estocada. Y lo peor del asunto es que todos sabemos que las operadoras, entre ellas, se cobran un euro por mega de conexión, por lo que los beneficios que obtienen (hasta 10 euros por mega) son, nunca mejor dicho, pingües.
Lo curioso en este asunto, del que tenemos prueba del gran timo de la estampita, es que tenía contratado una de esas tarifas planas para navegar por Internet, y que, por desgracia, nos hemos dado cuenta que solo funciona dentro de España. Es como una película de risa, de risa cara.
