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26/06/2025. 14:16:41
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La revolución de la inteligencia artificial: una mirada femenina desde la ética, la filosofía y el derecho

Marisa Delgado. Directora de Conocimiento e Innovación en A&O Shearman

Vivimos inmersos en una nueva revolución industrial, impulsada esta vez no por la máquina de vapor ni por la electricidad, sino por la aparición de la inteligencia artificial (IA), que ya está transformando profundamente nuestro mundo. Como toda revolución, plantea también interrogantes éticos y jurídicos de gran calado, frente a los que el derecho no puede limitarse a regular lo que ya ocurre, sino que debe anticipar, orientar y proteger. Para ello, necesita nutrirse de una reflexión profunda que le recuerde su sentido último: estar al servicio del ser humano. En este contexto, el papel de las mujeres, tanto en la filosofía y la ética como en el derecho, está siendo decisivo para construir un enfoque más humano, inclusivo y justo ante el desafío de la IA.

Durante siglos, el pensamiento occidental ha reflexionado sobre la dignidad humana, el poder, la justicia y la libertad. Hoy, frente al avance de sistemas algorítmicos capaces de influir en decisiones fundamentales de nuestras vidas, debemos recuperar y revisar esas reflexiones, prestando en esta ocasión especial atención a las voces de mujeres que, desde diversas disciplinas, aportan una mirada profundamente humana a estos debates.

Una de las aportaciones filosóficas más relevantes es la de la ética del cuidado, impulsada por pensadoras como Carol Gilligan y Joan Tronto. Ambas cuestionaron la primacía de una moral basada exclusivamente en principios universales o normas abstractas, proponiendo una ética relacional, que parte de la interdependencia, la vulnerabilidad y la responsabilidad mutua. Esta perspectiva, aplicada al diseño de tecnologías que se presumen inteligentes, nos interpela a valorar no solo la eficiencia de estos sistemas, sino también su capacidad para proteger y acompañar a los más frágiles: niños, mayores, minorías, personas con discapacidad o en riesgo de exclusión.

En esa misma línea de atención a lo concreto y lo invisible, Simone Weil defendía que la justicia empieza por prestar atención. En una época marcada por la aceleración y la automatización, detenerse a mirar y reconocer al otro se convierte en un acto ético de resistencia. La IA, con su lógica de clasificación y predicción, corre el riesgo de invisibilizar lo singular, lo que no se ajusta al patrón. Pensar la IA desde Weil es preguntarnos si los sistemas que diseñamos “ven” realmente a las personas o si, por el contrario, las reducen a datos.

Desde otro ángulo, la filosofía de María Zambrano ofrece una crítica profunda a una racionalidad técnica, incapaz de comprender lo vital, lo espiritual, lo humano. Frente a la “razón instrumental”, Zambrano propuso una “razón poética”, como vía de conocimiento que une pensamiento y emoción. En un momento en que la IA tiende a imponerse como paradigma de racionalidad, Zambrano reivindica la experiencia interior, el sentir y el misterio de la existencia. En este contraste, surge una reflexión crítica sobre si una IA, sin conciencia ni emoción, puede participar en la búsqueda de sentido que caracteriza al pensamiento humano. Zambrano nos recuerda que el conocimiento no es solo acumulación de datos, sino también revelación e intuición, dimensiones que escapan a las máquinas.

También desde la filosofía práctica, Martha Nussbaum ha desarrollado una teoría de las capacidades centrada en lo que las personas pueden ser y hacer, reconociendo la dignidad inherente de cada individuo y su derecho a desarrollar plenamente sus potencialidades. En lugar de medir el progreso por indicadores económicos, Nussbaum nos invita a pensar la justicia desde lo que cada ser humano necesita para vivir una vida digna, reconociendo la diversidad de condiciones y contextos. En este sentido, la inteligencia artificial no puede ser evaluada únicamente por su sofisticación técnica o por las eficiencias que general, sino por su impacto en la ampliación o restricción de esas capacidades fundamentales.

Por su parte, Hannah Arendt, aunque no trató directamente la IA, reflexionó sobre la condición humana, la acción política y los peligros de la deshumanización en contextos totalitaristas, o cargados de automatización y burocracia. Su defensa del juicio individual y la acción consciente en el espacio público como pilares de la libertad y la dignidad humanas, resuena especialmente hoy. Porque gobernar la IA requiere algo más que conocimientos técnicos: exige criterio, valentía, capacidad de juicio para evitar que la IA erosione la capacidad humana de pensar críticamente y actuar con sentido. Y eso es algo que el derecho, y en particular las juristas, están llamadas a encarnar.

Efectivamente, en este proceso de transformación, algunas mujeres juristas están desempeñando un papel clave. Más allá de sus trayectorias individuales, lo que las une es una preocupación común: cómo garantizar que el desarrollo de la inteligencia artificial no socave los principios fundamentales del derecho ni la dignidad humana. Cada una de ellas aporta una mirada distinta, pero complementaria, que enriquece la reflexión jurídica global sobre la IA.

Así, Kay Firth-Butterfield, abogada especializada en derechos humanos y asesora en IA para el Foro Económico Mundial, ha sido una de las voces pioneras en reclamar marcos éticos vinculantes, proponiendo un enfoque de gobernanza que sitúa al ser humano en el centro del desarrollo tecnológico. Para ella, la regulación de la IA no debe ser vista como un obstáculo a la innovación, sino como un deber moral necesario para proteger los valores democráticos y los derechos fundamentales.

A partir de esa premisa, Dominique Shelton Leipzig ha introducido una perspectiva más centrada en la responsabilidad de las grandes empresas tecnológicas. Abogada experta en privacidad y gobernanza de datos, insiste en que la defensa de los derechos fundamentales debe formar parte de la cultura corporativa, por lo que la gobernanza de la IA no es solo una cuestión de cumplimiento, sino una oportunidad para diferenciarse en el mercado mediante el liderazgo responsable.

Una preocupación similar por los efectos estructurales de la automatización está en el centro del trabajo de Ifeoma Ajunwa, profesora de Derecho en Emory University. Plantea una crítica profunda al uso de la IA en el entorno laboral, advirtiendo que, sin una regulación adecuada, puede perpetuar sesgos históricos o erosionar derechos laborales. Frente a ello, propone una gobernanza que reequilibre la relación entre empleador y trabajador a través de mecanismos de transparencia y límites claros al poder de vigilancia digital.

Por su parte, Margot Kaminski, desde la Universidad de Colorado, ha centrado su trabajo en la necesidad de rendición de cuentas institucional. Es una de las principales defensoras de las evaluaciones de impacto algorítmico obligatorias: herramientas jurídicas para anticipar, mitigar y revisar los efectos que los sistemas de IA pueden tener sobre los derechos de las personas.

Finalmente, Susie Alegre, jurista británica y autora de “Freedom to Think”, ha centrado su trabajo en la defensa de la libertad de pensamiento como un derecho fundamental amenazado por la IA, que puede llegar a moldear nuestras ideas, emociones y elecciones sin nuestro consentimiento consciente. Para ella, proteger la privacidad no es solo una cuestión técnica, sino una barrera esencial para preservar la autonomía mental y la democracia en la era digital.

En definitiva, la IA no es neutra: puede ser palanca de avance o de retroceso. Que su evolución sea justa y verdaderamente humana dependerá de nuestra capacidad para regularla con lucidez ética y coraje jurídico. En este desafío, el derecho tiene una responsabilidad ineludible. Pero no hablamos de un derecho abstracto o deshumanizado, sino de un derecho vivo, comprometido, que nace del diálogo entre la técnica y la justicia, entre la norma y la conciencia. Y es precisamente ahí donde muchas mujeres juristas están marcando la diferencia.

No se trata solo de ocupar espacios que durante siglos les fueron negados, sino de transformar esos espacios desde dentro: incorporando otras preguntas, otras prioridades, otros modos de mirar el mundo. Al repensar la IA, estas mujeres están también repensando el propio derecho, haciéndolo más atento a la vulnerabilidad, más sensible a la inclusión, más consciente de su poder transformador.

Las propuestas de estas juristas, inspiradas a su vez en una tradición filosófica femenina que también ha desafiado las lógicas dominantes, están dando forma a una nueva ética pública para la era digital. No están adaptándose al futuro: lo están escribiendo. Lo hacen con pensamiento crítico, con profundidad jurídica, pero también con valentía y con cuidado.

Frente a la lógica del dato, reivindican la cultura del vínculo. Frente a la eficiencia sin rostro, la justicia con memoria. Frente al miedo, pensamiento, palabra y acción. Y en todo ello, la filosofía y el derecho -con voz de mujer- seguirán siendo faro, brújula y frontera.

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