Hace ya más de 70 años la reconocida escritora y filósofa existencialista Simone de Beauvoir publicó una de sus más carismáticas obras, El Segundo Sexo, de la que he extraído la siguiente cita: “He dudado mucho antes de escribir un libro sobre la mujer. Es un tema irritante, sobre todo para las mujeres, y no es ninguna novedad (…) Y sin embargo, seguimos hablando de ello.”
Es indudable la importante evolución en el reconocimiento de los derechos de la mujer en estos más de 70 años, pero no es menos cierto que muchas de nosotras, en el contexto actual, seguimos teniendo una preocupación parecida a la de la autora cada vez que tenemos que apoyar el talento femenino y el necesario impulso de la carrera de la mujer hacia posiciones directivas, nos irrita profundamente, pero debemos seguir hablando de ello.
Tal como ya apuntaba De Beavoir en su obra nos encontramos con una insistencia patológica en atribuir cualidades intrínsecas al género femenino que curiosamente son las que por otra parte determinan su inaptitud para ocupar posiciones de liderazgo.
Estoy en total desacuerdo con el estereotipo de la mujer emotiva que carece de dotes ejecutivas. Es innegable, no todas las mujeres somos iguales, tampoco lo son los hombres. Mi experiencia en el ámbito profesional, también en el personal, es que hombres y mujeres presentan indistintamente esas cualidades, y es urgente dar un paso hacia la “desexualización” de los candidatos en el contexto laboral y hacia su valoración atendiendo a criterios de mérito y capacidad.
Mientras no se adopten medidas que permitan la promoción de la mujer a posiciones directivas, y mientras la valoración de la capacidad de las mujeres se lleve a cabo por perfiles masculinos, a menudo sesgados por el estereotipo asociado a las mujeres, habrá serias dificultades para invertir esta tendencia. Ya lo dijo Poulain de la Barre en el siglo XVII “…todo lo que han escrito los hombres sobre las mujeres debe de ser sospechoso, pues son a un tiempo juez y parte”.
Buen ejemplo de ello está en la experiencia que viví hace unos días cuando asistí atónita a la reflexión de un directivo, por supuesto de género masculino, que sin pudor reconocía no encontrar dentro de su organización (de entre más de 3000 empleados), perfiles femeninos que tuvieran las capacidades suficientes para ocupar puestos de dirección.
No es esta la primera ocasión en la que escucho una afirmación parecida y mi impresión es que son muchas las veces en las que hombres que ocupan posiciones de primer nivel en sus organizaciones aunque reconocen de forma explícita la importancia e incluso la necesidad de incorporar talento femenino en posiciones de dirección, lo hacen como una pose para alinearse con las nuevas corrientes que propugnan la igualdad de género ya que a estas alturas no es creíble que las organizaciones no sean capaces de promocionar perfiles femeninos.
Es el momento de sacar partido del nuevo escenario que se nos presenta con motivo de la inminente aprobación del Proyecto de Ley reguladora de la protección de las personas que informen sobre infracciones normativas y de lucha contra la corrupción, que viene a trasponer la Directiva (UE) 2019/1937 del Parlamento Europeo y del Consejo, de 23 de octubre de 2019, relativa a la protección de las personas que informen sobre infracciones del Derecho de la Unión, conocida como “Directiva de Whistleblowing”.
Este proyecto de ley establece, entre otras medidas, que aquellas empresas del ámbito privado que cuenten con más de 50 trabajadores deberán disponer de canales internos de información, los denominados Sistemas Internos de Información, y tendrán la obligación de nombrar un Responsable del Sistema Interno de información, que salvo las excepciones previstas en la norma, deberá tener la categoría de directivo.
En una disciplina como “Compliance”, donde la presencia de perfiles jurídicos femeninos es abrumadora, y en cuyo contexto se va a aprobar una regulación que obligará a las empresas a designar cargos directivos al frente del nuevo sistema de cumplimento, se brinda una ocasión excepcional para el impulso de las mujeres hacia posiciones directivas.
Algunas cosas son difíciles de cambiar, sin embargo, ahora que se nos presenta la oportunidad. ¿sabremos aprovecharla?