
Rafael dirige un pequeño despacho en Elche, el próximo mes cumple sus 45 años y hasta los 42 había gozado de una situación laboral bastante acomodada. Llevaba más de 15 años ejerciendo como abogado laboralista y aunque no era una figura mediática ni un influencer legal, había logrado algo que muchos anhelan: consolidar una clientela fiel gracias a la confianza, la cercanía y el boca a boca en su localidad y alrededores.
Su carrera despegó a los tres años de independizarse gracias a su carácter abierto y a las relaciones que había ido ganando en su entorno más próximo: antiguos compañeros del máster, clientes satisfechos que lo recomendaban, y especialmente, su hermano mayor, César, un reputado asesor fiscal que le derivaba constantemente pequeñas empresas y autónomos con necesidades legales de carácter laboral y contractual.
Durante años, el modelo funcionó. Rafael atendía personalmente cada caso, revisaba contratos manualmente, ofrecía respuestas detalladas y dedicaba tiempo a explicar paso a paso los procedimientos a sus clientes. Con su dedicación, había conseguido que su estilo tradicional se convirtiera en su sello distintivo.
Sin embargo, a partir de 2021, algo empezó a cambiar. César, desde la pandemia le venía comentando que algunos de sus clientes estaban optando por soluciones online: plataformas que ofrecían contratos laborales automáticos, consultas rápidas por chat e incluso asesoría 24/7 sin necesidad de llamadas ni reuniones presenciales.
Rafael no le daba demasiada importancia e incluso defendía que “la calidad profesional se pierde si se ejerce de forma automática”. Transcurridos los primeros 6 meses de 2021, los números empezaron a hablar por sí mismos: un 30% de sus clientes habituales no lo habían llamado y los ingresos disminuyeron paulatinamente.
¿Qué había ocurrido?
Él seguía siendo el mismo profesional cualificado y atento, pero no era cuestión de confianza, sino un problema de eficiencia y adaptación. Las pymes empezaban a demandar un servicio legal ágil, digital y escalable.
A Rafael no le faltaban conocimientos jurídicos, pero carecía de adaptabilidad. Ni siquiera disponía de una web profesional, seguía usando carpetas físicas, y tampoco ofrecía ningún canal digital para solicitar citas. Mientras él se aferraba al word y a su correo electrónico, sus clientes ya estaban en otra realidad.
La historia de Rafael refleja una realidad muy común: muchos profesionales no fracasan por falta de talento, sino por exceso de confianza en un modelo que ya no se ajusta a los nuevos tiempos.
En esta nueva realidad, medianas y pequeñas empresas han migrado sus necesidades legales a plataformas que ofrecen contratos laborales automatizados, servicio de asesoría por chat y respuesta inmediata a sus dudas legales comunes.
¿Qué necesitan los clientes hoy día? En la década de la inmediatez, básicamente exigen rapidez, flexibilidad y herramientas digitales a su disposición. Tú puedes seguir siendo como Rafael, brillante en su análisis jurídico, pero carente de las cualidades que marcan las ventajas competitivas del sector en la actualidad. O bien, puedes empezar a apostar por soluciones a tu alcance para evitar quedarte atrás.
A continuación comparto algunas recomendaciones que han llevado a Rafael a retomar el buen pulso de su despacho:
- Invertir un poco de tiempo en formación. Para iniciarte, deberías entender conceptos como:
– Software de gestión de despachos.
– Automatización de documentos legales.
– Inteligencia artificial aplicada al derecho.
- Revisar tu modelo de negocio:
– Abre las posibilidades de comunicación con servicios “blended”, es decir. presenciales y digitales. Por ejemplo, habilita una línea de móvil con WhastApp.
– Incluye modelos por suscripción para clientes recurrentes.
– Apuesta por un enfoque centrado en la experiencia del cliente digital.
- Mejora tu presencia online
– La base sería una página web que identifique tus valores, tus servicios tu estilo y además, integre formularios de contacto automatizados.
– Hazte de un servicio de calendarios de citas online. Puedes usar, por ejemplo, el que tienes en tu gestor de correo electrónico.
– Publica de vez en cuando artículos o vídeos con contenido profesional que te ayuden a posicionarte en el entorno online como una autoridad en el área.
- Colabora con técnicos
Para rodar en la era digital no necesitas convertirte en un programador, pero sí te va a venir bien rodearte de expertos en tecnología: especialistas en gestores del sector, desarrolladores de apps legales, gurús de IA…
Por último, debes saber algo que cambió el modo de pensar de Rafael, la digitalización no tiene por qué mermar la calidad de tu trabajo ni reemplezarlo, sólo se trata de transformar y evolucionar tu forma de trabajar, apoyándote en recursos y herramientas que optimizan el resultado.
Las tareas repetitivas y de bajo valor añadido están siendo absorbidas por la automatización digital, pero eso no significa que desaparezca la necesidad de criterio jurídico. El abogado que sobreviva (y prospere) será aquel que entienda la tecnología como una aliada, no como una amenaza. Como dijo Darwin, no sobrevive el más fuerte, sino el que mejor se adapta al cambio.
La obsolescencia profesional es una realidad. Y tú ¿te sientes preparado para esta era digital?