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29/03/2024. 11:40:19

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En tierra de nadie

IT Consultacy-Technology de Thomson Reuters Aranzadi

Tierra de nadie, así llamaron a una estrecha franja de tierra situada entre las trincheras de los contendientes durante la Primera Guerra Mundial. En un frente estancado, durante muchos meses ambos bandos sacrificaron centenares de miles de soldados en el infierno de la tierra de nadie.

Un ordenador portatil y en la pantalla se ve una maza

Nadie hubiera imaginado un escenario peor para llegar a un acuerdo, pero ocurrió en la Navidad de 1914, cuando las tropas alemanas comenzaron a decorar sus trincheras, luego continuaron con su celebración cantando villancicos. Las tropas británicas, al otro lado, respondieron entonces con villancicos en inglés. Intercambiaron saludos de Navidad y pronto decidieron visitar la tierra de nadie para intercambiar pequeños regalos. ¡Acabaron jugando un partido de fútbol! Desafortunadamente, los estados mayores de ambos ejércitos tildaron de poco patriótica la actitud de los soldados y la guerra continuó. Murieron 9 millones de personas hasta que se firmó la paz.  

Salvando las distancias, es cierto que a veces no llegamos a comprender las cosas que ocurren y el porqué de cómo suceden. Ocurre, a menudo, que posturas enfrentadas, incluso de manera inconsciente, sin un tratamiento adecuado, acaban originando una tierra de nadie. Paradójicamente, es allí, en ese territorio despoblado y peligroso, al alcance de los tiradores de ambos bandos, donde debemos ir a buscar las soluciones. Al igual que ocurrió en la llamada Tregua de Navidad, sería conveniente situarse en la tierra de nadie generada por el desencuentro entre el mundo jurídico y el tecnológico, establecer un campamento, mirar para uno y otro lado, estudiar las alternativas, explorar las soluciones y acercar las trincheras, si es posible, sin derramamiento de sangre.

Para ser sincero, nunca he detectado buen feeling entre el mundo jurídico y el tecnológico. No es una sensación, se trata de una reflexión madurada a lo largo de los años. A las pruebas me remito: la escasa utilización de la tecnología en la gestión del negocio de la abogacía, la infrautilización del medio digital en la ingente cantidad de comunicaciones existente entre todos los agentes jurídicos, el inadecuado tratamiento de los grandes volúmenes de información que debe manejar un jurista en el desarrollo de su trabajo y, sobre todo, la tardía y cansina «modernización» en el seno de la Administración de Justicia.

Miremos a la otra trinchera. Quizás la tecnología no ha sido capaz de facilitar herramientas adecuadas en el momento preciso. Quizás ciertos proyectos han carecido de constancia, método y organización y, como los malos futbolistas, han necesitado cuatro intentos para meter un gol. Quizás las inversiones realizadas no han generado los beneficios esperados. Quizás ciertas aventuras tecnológicas han pecado de frivolidad en sus planteamientos… quizás, quizás, quizás.

A pesar de todo lo dicho, estamos condenados a entendernos. Estoy convencido de que aquellos días en que el colectivo jurídico podía elegir el momento de integrar la tecnología en su trabajo han pasado. El momento ha llegado. Es una realidad que esta situación genera en los abogados una sensación de intranquilidad, de incertidumbre ante lo desconocido. Es normal. No obstante, pensemos que las nuevas tecnologías deben ser diseñadas para servirnos y, por ello, debemos exigir a los tecnólogos que así sea. En nuestras manos está lograr que la tecnología no cambie la esencia de qué es ser abogado, sino que cambie cómo ejercemos la práctica jurídica, permitiendo al abogado descargarse de las tediosas tareas que no generan ningún valor y concentrar su energía en conseguir la excelencia en la aplicación de la ley, mejorando el nivel de servicio a sus clientes en aquello que los anglosajones llaman client centric practice. Bajo mi punto de vista, la tecnología aplicable al mundo jurídico comienza a tener el grado de madurez y flexibilidad necesario para cumplir este cometido.

En estos tiempos convulsos, con una crisis interminable que va consumiendo poco a poco nuestra energía, con una brutal competencia, con la obligación de mejorar la efectividad y eficiencia de nuestros procesos, con el reto de volver a la senda del crecimiento, es imprescindible aprovechar todas las ventajas que nos ofrecen las nuevas tecnologías. Se trata de una cuestión de supervivencia. Es posible hacerlo, aunque evidentemente supondrá un esfuerzo. Comencemos por el principio. Para encontrar soluciones, analicemos primero nuestras necesidades (fortalezas, debilidades, hábitos). Es el primer paso del proceso. Imprescindible para que no nos digan: «aquél que no sabe lo que busca, nunca comprenderá lo que encuentra».

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