Una mañana de 1997 un abogado me comentaba que eso de Internet, que por aquel entonces comenzaba a dejar de ser patrimonio exclusivo de unos pocos apasionados de la informática, no iba a tener aplicación práctica para el mundo de la Abogacía.
Hoy ese mismo abogado tiene página web, blog, varios perfiles en las redes sociales y podrá olvidarse las llaves de casa pero no de su BlackBerry. Supo rectificar y tener visión de futuro pero, como en el mito de Platón, cuando regresó a la caverna en la que se encontraban sus compañeros, éstos se rieron de él. No en vano, una década después el 71% de los abogados españoles afirmaban que el boca a boca era el instrumento más eficaz para promocionar su bufete, mientras que un sólo un 13% confiaba para este fin en las nuevas tecnologías. A buen seguro que hoy cada vez son menos los abogados irredentos que no se han convencido de la necesidad de implementar modernas medidas de marketing y de planificación empresarial. Sin embargo, la pregunta ya no es tanto si hay que hacerlo sino, más bien, cómo. La cuestión no es baladí, ya que por desgracia la mayoría de los abogados incurren en el mismo error que ellos mismo critican. Cuántas veces hemos repetido aquello de las bondades de una consulta informativa al abogado para evitar males mayores. Si defendemos con vehemencia que como profesionales estamos capacitados para adelantarnos a las necesidades de nuestros clientes, también hemos de reconocer con humildad que no lo estamos para diseñar nuestras propias necesidades en materia de aplicaciones informáticas. En otras palabras, el gran error en el que incurren la mayoría de los bufetes es el de convertirse en autodidactas tecnológicos. Si nos equivocamos, que es lo más probable, el retorno que obtengamos por nuestro esfuerzo será con suerte bajo y con mucha seguridad negativo. Ya he adelantado que el concepto clave es el de la planificación. Y es que, paradójicamente, a muchos profesionales liberales les cuesta admitir la necesidad de convertirse en asesorados y más aún en la actual coyuntura económica. Sin embargo, ésta no debe servir de excusa para no invertir en nuevas tecnologías y mucho menos para no confiar su implementación a manos especializadas. Bien al contrario, es precisamente ahora cuando necesitamos más ayuda que nunca para saber qué inversiones debemos posponer y cuáles nos van a ofrecer una mayor rentabilidad. Si ya estamos convencidos y acudimos a una empresa especializada, no incurramos ahora en otro grave error; adoptar una actitud pasiva. De la misma forma que la colaboración del cliente influye en la calidad de la representación legal, nuestro grado de implicación en el proceso de optimización de los recursos técnicos será vital. Antes de acudir al profesional debemos realizar una memoria lo más detallada posible de nuestro modelo de negocio, haciendo especial hincapié en cuáles son nuestras verdaderas necesidades. Si no lo hacemos así, corremos el riesgo de aceptar soluciones que no solucionen nada. No son tiempos para patrocinios deportivos.