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La neurociencia y el abogado: el efecto pigmalión

Abogado. Experto en habilidades profesionales
@oscarleon_abog
Decano del Ilustre Colegio de Abogados de Sevilla

Pigmalión, escultor que vivía en la isla de Creta, esculpió una estatua tan perfecta y tan bella, que se enamoró de ella y rogo a los Dioses que le dieran vida y sensibilidad para poder hacerla su esposa. Apiadada de la pasión amorosa de Pigmalión, la Diosa Afrodita concedió su deseo dando vida a la estatua, una joven bellísima, de nombre Galatea, a cuya boda con Pigmalión se cuenta que asistió la propia Afrodita…

Dibujo de un cerebro protegido por un abogado

Este mito, partiendo de la capacidad de superación que mostró Pigmalión al realizar una escultura perfecta, ha sido empleado por psicólogos, sociólogos, empresarios y deportistas bajo el conocido como efecto Pigmalión para explicar el funcionamiento del comportamiento humano, especialmente para la determinación de lo que las personas pueden llegar a ser a través de la consecución de nuestros objetivos.

En relación con este mito, he tenido ocasión de leer la obra del Neurólogo Pedro Bermejo, Neuroeconomía Cómo piensan las empresas (Editorial Lid), en la que se trata sobre la repercusión del efecto Pigmalión en el mundo empresarial. La lectura de este libro, y especialmente este tema, ha despertado mi interés por lo positivo que puede ser para los abogados reflexionar sobre las consecuencias del efecto Pigmalión sobre sus recursos humanos y sus organizaciones.

Con estos antecedentes, podemos señalar que la psicología considera que el efecto Pigmalión se refiere a las consecuencias que generan sobre el comportamiento de una persona las expectativas que los demás tienen sobre ella. Según Robert Merton, si un individuo percibe que se le valora negativamente, ese comportamiento se verá reflejado en sus acciones, de modo que estas acciones serán reflejo de lo que el resto de las personas piensan sobre el mismo. Por el contrario, si este individuo advierte que los demás lo valoran positivamente, su comportamiento mejorará en todos los aspectos, cumpliendo con ello las expectativas que los demás tienen sobre el mismo.

Siguiendo a Pedro Bermejo, la neurociencia, dando un paso adelante a través de la observación del funcionamiento del cerebro, ha confirmado la teoría psicológica, concluyendo que los pensamientos que tengamos sobre las percepciones que los demás puedan tener sobre nosotros activan ciertas áreas cerebrales que pueden favorecer un comportamiento u otro, y determinan por tanto el éxito o el fracaso de nuestro propio desempeño e cualquier área ya sea esta laboral, social y personal. La explicación científica de dicho proceder parece que deriva de una hormona, denominada oxitocina o hormona de la confianza o del amor, que nuestro cerebro libera y que en dicho proceso genera una serie de alteraciones que provocan que nos sintamos con más confianza en nosotros, en nuestros compañeros y en quien ha depositado la confianza en nosotros, provocando un efecto de realización de acciones (naturalmente positivas) que nos conduzcan a obtener dicho reconocimiento.

Llevadas estas conclusiones al campo de la empresa, puede afirmarse que los empleados responderán según crean que son las expectativas de sus superiores. Del mismo modo, si éstos consiguieran que unos trabajadores creyesen y confiasen en los otros, estaríamos sentando las bases para conseguir una excelente productividad y alcanzar una ventaja competitiva.

Con estas premisas, qué duda cabe que los abogados, quienes como verdaderos empresarios lideramos y administramos organizaciones en las que participan activamente los recursos humanos, bien sean compañeros de profesión como otros empleados, pueden sacar un rendimiento inapreciable a las teorías elaboradas en torno al efecto Pigmalión.

Podrá alegarse que esto ya lo sabíamos, que a la gente hay que motivarla, reconocerle sus comportamientos acertados y corregir los erróneos. Si, si, pero, en esta ocasión, contamos con la solvencia de teorías científicas, y nada menos que fundadas en el funcionamiento del cerebro, que demuestran la importancia que sobre las personas que nos rodean tiene la forma en la que las veamos y les transmitamos dicha percepción, es decir, en la forma en la que podemos influir en su comportamiento eliminado con nuestro apoyo las limitaciones psicológicas que puedan concurrir en su conducta. Si con ello conseguimos la mejora del desempeño de nuestros colaboradores y empleados, la mejora del trabajo en equipo, una cultura basada en la confianza en las aptitudes de todos sus miembros, un buen ambiente de trabajo y, en definitiva, mayor productividad y ventaja competitiva sobre otros despachos, creo que merece la pena sentarse a reflexionar seriamente sobre estas conclusiones.

Dicho esto, solo me queda  indicar algunas recomendaciones para aquellos abogados que quieran hacer uso de esta técnica y beneficiarse de sus efectos:

1º.- Ser conscientes de la importancia que tiene para los que nos rodean lo que esperamos de ellos y la forma en la que los tratamos. Dicho de otra forma, asumir nuestra responsabilidad en el desarrollo y crecimiento de aquellos.

2º.- Conocer a las personas con las que trabajamos, especialmente sus habilidades y buscar la forma de potenciarlas.

3º.- Cuidar la forma en la que nos dirigimos a los que nos rodean, procurando emplear un lenguaje verbal y no verbal, acorde con nuestro propósito de contribuir a una mejora de su desempeño.

4º.- Potenciar a través de nuestra comunicación opiniones favorables respecto de las personas con las que trabajamos, reafirmándoles nuestra confianza y satisfacción por su proceder.

5º.- Ante conductas erróneas o disfuncionales, actuar positivamente, es decir, otorgando confianza, buscando siempre el compromiso y capacidad de mejora de la persona afectada.

6º.- Fomentar la confianza recíproca entre todos los trabajadores de la organización.

Y para concluir, no debemos olvidar que la teoría del efecto Pigmalión es plenamente aplicable a muchos otros ámbitos de nuestra vida, como el familiar, de los amigos, deportivo, etc…, así que más nos vale sacar partido de ello…

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