El presidente de Malasia, Anwar Ibrahim, juró el jueves como primer ministro, coronando un viaje político de tres décadas desde un protegido del veterano líder Mahathir Mohamad hasta el líder de la protesta, un prisionero condenado por sodomía y líder de la oposición.
Su nombramiento pone fin a cinco días de crisis postelectoral sin precedentes, pero podría marcar el comienzo de una nueva inestabilidad con su rival, el ex primer ministro Muhyiddin Yassin, desafiándolo a demostrar su mayoría en el parlamento.
Ambos hombres no lograron ganar la mayoría en las elecciones del sábado, pero el monarca constitucional, el rey Al-Sultan Abdullah, nombró a Anwar después de hablar con varios legisladores.
Anwar asume el poder en un momento difícil: la economía se está desacelerando y el país está dividido después de una elección apretada que enfrentó a la coalición progresista de Anwar contra la alianza mayoritariamente conservadora de Muhyiddin, de etnia malaya y musulmana.
Los mercados subieron al final del estancamiento político. La moneda ringgit registró su mejor día en dos semanas y las acciones (. KLSE) subió un 3%.
A Anwar, de 75 años, se le ha negado una y otra vez el cargo de primer ministro a pesar de estar a una distancia de ataque a lo largo de los años: fue viceprimer ministro en la década de 1990 y el primer ministro en espera oficial en 2018.
En el medio, pasó casi una década en la cárcel por sodomía y corrupción en lo que él dice que fueron cargos motivados políticamente destinados a poner fin a su carrera.
La incertidumbre sobre las elecciones amenazó con prolongar la inestabilidad política en el país del sudeste asiático, que ha tenido tres primeros ministros en otros tantos años, y corre el riesgo de retrasar las decisiones políticas necesarias para fomentar la recuperación económica.
