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29/03/2024. 11:09:29

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Vetera novis augere

Socio director de Mindvalue. Fernández Aguado es el único pensador español contemporáneo sobre el que se han escrito más de 150 libros y ensayos. También es conferenciante universalmente invitado en cuestiones de economía y empresa.

Desde que el mundo es mundo, los comportamientos de los seres humanos se repiten de manera casi inexorable. Grandezas y bajezas se suceden de forma continua. A veces en personas diversas, pero en muchas ocasiones incluso en la misma. El ser humano es complejo. Y su complejidad es paradójica: somos los únicos seres que podemos –y lo hacemos- llevarnos la contraria.

Sillas vacías en un aula

Catedrático, socio director de Mindvalue. Fernández Aguado es el único pensador español contemporáneo sobre el que se han escrito más de 120 libros y ensayos. También es conferenciante universalmente invitado en cuestiones de economía y empresa. Es Jefe del Área de Liderazgo directivo y Deontología profesional en el IEB

Hace treinta años, para preparar el primer artículo que publiqué (corría 1979), leí un libro del profesor Madurga, que llevaba por título: Revoluciones juveniles en Grecia y Roma. Me impresionó mucho que en aquella obra se recogiera la traducción de una pintada aparecida en la ciudad de Ática, en el siglo IV a.d.C. Decía: La generación que llega hundirá esta civilización.

Expresiones parecidas se han oído infinidad de veces a lo largo de la historia de la humanidad. En periodos de crisis cultural como los actuales, algunos tienden a considerar que nunca se han vivido situaciones semejantes. No es así. Hace pocos días participé en un seminario promovido por el IEB, y más en concreto por el Área de Liderazgo directivo y Deontología profesional. También intervenían José Ignacio Rivero, Juan Fernando Robles y José Aguilar. Tuve ocasión de mostrar hasta tres casos semejantes de corrupción, que se desarrollaron entre los siglos II ad.C. y el primero de nuestra era.

Quisiera hoy referirme a otras dos cuestiones de actualidad. La primera hace referencia al famoso incremento de funcionarios. Los administradores públicos son imprescindibles en una sociedad organizada. Lo malo es cuando su número se desproporciona frente a las clases productivas de la economía.

Así se escribía en el año 55 a.d.C., en un discurso de Cicerón ante el Senado: "el presupuesto debe equilibrarse, el Tesoro debe ser reaprovisionado, la deuda pública debe ser disminuida, la arrogancia de los funcionarios públicos debe ser moderada y controlada, y la ayuda a otros países debe eliminarse para que Roma no vaya a la bancarrota. La gente debe aprender nuevamente a trabajar, en lugar de vivir a costa del Estado."

¡Qué hubiera dicho Cicerón de haber conocido la expansión de funcionarios provocada por Diocleciano a finales del siglo III! Y ni que decir tiene que de haber vivido en nuestra época, hubiera tronado contra la invasión de muchos ámbitos de la sociedad civil por parte de administraciones públicas reduplicativas y superfluas. No se trata, en este caso, de personas, sino de estructuras mal diseñadas, que reclamarían más respecto y preparación técnica por parte de los poderes públicos. Al contemplar a las clases políticas de bastantes países, se entienden los desatinos que cometen. Eso, hace veintidós siglos y ahora.

Otra cuestión de moda es la conveniencia o no de retirar los crucifijos de las aulas. Este tema fue resuelto a vuelapluma por alguien no creyente, y que en ocasiones fue más bien un come curas. Así escribió Miguel de Unamuno:

«La presencia del Crucifijo en las escuelas no ofende a ningún sentimiento, ni aun al de los racionalistas y ateos; quitarlo, ofende al sentimiento popular, hasta el de los que carecen de creencias confesionales.

"¿Qué se va a poner donde estaba el tradicional Cristo agonizante? ¿Una hoz y un martillo? ¿Un compás y una escuadra? O ¿qué otro emblema confesional? Porque hay que decirlo claro, y de ello tendremos que ocuparnos: la campaña es de origen confesional. Claro que de confesión anticatólica y anticristiana. Porque lo de la neutralidad es una engañifa».

Un poco más de preparación técnica y ética permitiría afrontar las cuestiones con más solidez, menos improvisaciones y mejores resultados para todos los implicados.

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