En estos días de crisis e incertezas económicas y empresariales que nos ha tocado vivir, he podido aplicar empíricamente varios de los principios del mundo de la empresa a nuestra realidad TIC. En concreto, los principios de cooperación, competencia y coopetencia.
El primero de ellos, el principio de cooperación se basa en una suerte de compromiso entre diversos agentes con la finalidad de sacar un proyecto, por lo general común, adelante. El sector en el que más claramente podemos verlo aplicado es el del software libre, basado en estándares abiertos accesibles a la comunidad de programadores y en el que éstos, ya sea con ánimo de lucro o con mera liberalidad, colaboran para mejorar el resultado final del producto. Tanto ha sido su éxito, que ha dado lugar a un cambio de modelo de negocio en el que el software pasa de ser un mero producto a ser un servicio.
Otro ámbito en el que tiene aplicación el principio de cooperación, aunque por motivos diferentes, es el de la llamada internet o web 2.0, en el que millones de usuarios o internautas o bien desarrollan contenidos propios en sus blogs, o bien participan por medio de la generación de comentarios o intervenciones de muy diverso tipo en websites o blogs de terceros. Ello ha motivado el surgimiento de muy diversas plataformas gratuitas basadas, casi en exclusiva, en las aportaciones de los usuarios (Facebook, MySpace, Tuenti, Twitter…).
El segundo de los principios a los que hacía referencia es el de la competencia, a tenor del cual "hay que aplastar el resto de las empresas y profesionales de tu mismo ámbito empresarial". Claros y actuales ejemplos de ese principio lo encontramos en el reciente litigio existente entre Microsoft y Google (junto a otros) por la preinstalación en el hardware de los navegadores desarrollados por éstas.
Igualmente, y siguiendo con el tema del software, es el principio de referencia en la encarnizada lucha entre los seguidores del software propietario y el software libre.
Finalmente, hemos de referirnos al principio que, a mi entender, ha de centrar los esfuerzos en una época de crisis como la actual: el principio de coopetencia. Este principio no es más que la unión de los dos anteriores.
Algunos podrán pensar que es una locura. Pero si nos detenemos a pensar en ello, podremos descubrir las grandes virtudes que tiene el cooperar con nuestros competidores.
Un claro ejemplo de ello, lo encontramos en el tan manido tema del "cloud computing", y nos desvela los condicionantes que han de concurrir para que sea posible y deseable su aplicación, a saber:
- La existencia de una nueva tecnología.
- El desconocimiento de la misma por el mercado.
- La pretensión de convertirla en referencia.
- El hecho de que modifique los hábitos de las organizaciones empresariales.
- Los altos costes, materiales, económicos y humanos, necesarios para su desarrollo.
Todos estos condicionantes concurren en el cloud computing, ya que se pretende que ésta sea la tecnología que impulse el crecimiento del sector TIC durante la próxima década y que cambie (hasta cierto punto) la forma de trabajar de las empresas y su relación con clientes y proveedores.
No obstante, es aun una gran desconocida a pesar de que sea la expresión más mentada en Silicon Valley últimamente, y requerirá de la inversión de ingentes medios para hacerla posible y para implantarla de facto en las organizaciones empresariales, reacias, en su mayor parte, a todo lo que implique cambio.
Precisamente, un primer intento de coopetencia, lo encontramos en el "Open Cloud Manifiesto", que no es más que un conjunto de principios tendentes a sentar las bases futuras en las que habrá de asentarse el desarrollo de esta nueva tecnología que promete revolucionar el modo de almacenar y tratar la información empresarial.
A pesar de todo ello, queda un largo camino por recorrer, ya que grandes empresas (entre ellas Microsoft, Salesforce, Google…) aun no han suscrito el mismo.
Por tanto, ante la existencia de un nuevo nicho de mercado, los jugadores están tanteando y tomando postura por cada uno de los mencionados principios. La cuestión que queda por desvelar es cuál de ellos se terminará llevando el gato al agua.
Estaremos a la expectativa.
