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15/10/2024. 12:33:32
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La escalada de la siniestralidad laboral. Los efectos reales de la aplicación de la ley de prevención de riesgos laborales

Javier Cassini Gómez de Cádiz

Auditor Jefe y Director en PREVYCONTROL Entidad Auditora en Sistemas de Gestión PRL

No se trata de «hacer ruido con la lata» ni alarmar, pero los indicadores principales de la eficiencia de la gestión de prevención de riesgos laborales no arrojan buenos resultados.

Una flecha roja apuntando hacia arriba

Resulta evidente que 2018 ha sido un año pésimo en lo que se refiere a los índices de siniestralidad laboral:

  • Más muertes (652 fallecidos, 34 más que en 2017)
  • Más accidentes (1.333.002, 10.993 más)
  • Más accidentes graves (3.917, 121 más que supone un incremento de 3,2%)
  • Más accidentes con baja (602.316, un 3,2% más)
  • Más accidentes in itinere durante la jornada laboral (82.279, un 3,3% más)
  • Más enfermedades profesionales registradas (24.231, un 14,36% más que en 2017)

En 2018 murieron 652 personas en el trabajo, 34 más que en 2017, lo que supone un incremento del 5,5%. Del total de fallecimientos, 506 ocurrieron durante la jornada de trabajo (22 muertes más que en 2017, esto es un 4,5% más) y 146 fueron in itinere (12 más que el año anterior, lo que supone un crecimiento del 9%).

Por sectores de actividad donde se registraron más muertes fue en el sector servicios (259 fallecidos), seguido por la industria (90), la construcción (85) y el sector agrario (72).

Atendiendo al género, los accidentes con baja durante la jornada laboral afectaron más a hombres que a mujeres, un 71% frente a un 29% o, dicho de otra forma, 368.917 hombres accidentados frente a 151.120 mujeres.

La primera causa de accidente laboral con baja, ocurrido durante la jornada laboral, han sido los sobreesfuerzos físicos sobre el sistema musculo esquelético (se registraron 187.332 accidentes, lo que suponen el 36% del total)

El 82% de las enfermedades profesionales fueron causadas por agentes físicos. Únicamente 28 enfermedades de las registradas fueron causadas por agentes carcinógenos.

Esta es la situación, y los datos de 2.019 van por el mismo camino. Algo se tendrá que hacer para detener esta lacra social, casi siempre silente, y económica en valores absolutos y de productividad.

Pero esta situación, si leemos los datos con detenimiento y los interpretamos adecuadamente, no es nueva, sino que es continuación casi de lo que viene sucediendo desde la entrada en vigor de la Ley 31/95 de Prevención de Riesgos Laborales. Y, en este particular, debemos ser críticos.

Y ese análisis crítico es precisamente lo que ha llevado a cabo el prestigioso prevencionista Emilio Castejón.

Como sucede siempre al leer unos datos, podemos quedarnos con el trazo grueso -a veces intencionado- y darle crédito de un modo superficial o, por otro lado, analizar a fondo los datos con sentido crítico y tratar de entenderlos en toda su complejidad. Quizás, nuestra mentalidad auditora nos lleve a la segunda opción.

En la segunda línea, Emilio Castejón ha cuestionado los datos oficiales acerca de la evolución de la siniestralidad laboral desde la publicación de la Ley de Prevención de Riesgos Laborales hasta nuestros días, concretamente centrando el asunto en el análisis del Índice de Incidencia.

Si definimos el índice de Incidencia, con el objetivo de entender esta información de forma clara, dicho índice representa el número de accidentes con baja acaecidos durante la jornada de trabajo por cada cien mil trabajadores expuestos al riesgo.


Los datos oficiales señalan que desde 1.995 a 2.017, el índice de incidencia ha disminuido un 43%. Este simple dato sería en sí mismo para congratularnos del trabajo realizado en estos años y, más o menos, va en consonancia con los resultados obtenidos a estos mismos efectos en la zona EU-15 desde 1.998 a 2.015.

Pero, Emilio Castejón, analiza estos datos con perspectiva crítica y añade tres correcciones a los mismos:

  • Se deben computar los trabajadores a tiempo parcial en función de la jornada en que prestan servicios, no como trabajadores «íntegros». Si disminuimos el denominador del cociente que resulta el ínidice de incidencia, el dato será más real y, obviamente, más elevado.
  • Se tiene que tener en cuenta la evolución de las ocupaciones pues hay disminución de las más peligrosas y aumento de profesiones con menos peligro y ello influye a la baja en el índice de incidencia.
  • A partir de 2008 cambia la frecuencia con la que se adjudica la baja a los accidentados. Entre 1987 y 2007 la proporción de accidentes a los que se atribuyó la baja se situó en todos los años entre el 50 y el 60%, iniciándose a partir de 2008 un importante descenso,que alcanzó un mínimo del 37% en 2012 y 2013. Si eliminamos este sesgo, el índice de incidencia analizado resultará mayor y más adecuado a la real en lo referido a la comparativa de las distintas anualidades.
  • Como resultado final, Emilio Castejón llega a la conclusión de que el índice de incidencia «real» fue, en el año 2017, de 5.788 mientras en el año 1995 fue de 6.059. Un descenso del 4,4%. Claramente insuficiente.

    Y hay otro aspecto que merece ser resaltado: En nuestro país, desde mitad de 2.012 aproximadamente, el índice de incidencia de siniestralidad laboral crece. Estamos lejos de llegar a un objetivo razonable y algo estaremos haciendo mal de forma continuada cuando no obtenemos evolución positiva sensible.

 

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