En la era digital, los clientes están más instruidos e interconectados, y han aprendido a encontrar información y ayuda jurídica por sí mismos

Una dirección de correo y una página web más o menos vistosa no bastan para desarrollar una presencia activa en Internet. He aquí una lista rápida de sugerencias para potenciar o relanzar nuestro bufete a través de la Red:
- El lenguaje inflado y pomposo de las webs corporativas sabe a leche pasteurizada, liofilizada y homogeneizada. Es leche, pero no es la auténtica. Los textos de nuestra web han de adoptar un lenguaje claro y natural, como el que emplea la gente, y no esos folletos en papel estucado cargados de autobombo que no lee nadie.
- Como recuerda el manifiesto Cluetrain, ya no hay secretos. Nuestra trayectoria, nuestros éxitos y fracasos profesionales y hasta nuestras sanciones de tráfico seguramente ya aparecen en algún sitio en Internet. Y los clientes las han encontrado en Google antes de pulsar el timbre de nuestra oficina.
- La web del despacho ha de evocar confianza y seguridad, pero eso no significa que no pueda mostrar sentido de humor, frescura y sinceridad.
- La web debe contener información útil que responda al cómo, cuándo, dónde y por qué del despacho: sus especialidades, la trayectoria profesional de sus miembros, la forma de contacto, sus datos fiscales y societarios, las incorporaciones de letrados y otras novedades, etc.
- La web del bufete debe brillar por su usabilidad, es decir, ha de permitir que el visitante visualice sus contenidos y la utilice de manera sencilla e intuitiva. Hay que huir del diseño web ajeno a las pautas de uso del internauta medio, y no espantarle con pesadas introducciones en formato flash.
- Además, ha de ser encontrable, de modo que sus textos y contenidos sean fácilmente encontrados e indexados por los buscadores de Internet. Aquí, el contenido es el rey: el despacho ha de volcar su experticia en su página web en forma de artículos, entradas de blog, reseñas jurisprudenciales o comentarios sobre novedades legales que convenzan al lector de que el bufete es realmente especialista en su área. El movimiento se demuestra andando.
- No hay que descuidar la accesibilidad o la capacidad de la web de atender a personas con discapacidades adaptando el código a los estándares de la W3C.
- Si los clientes están interconectados, nuestro sitio web, y por extensión toda nuestra presencia digital, han de estarlo también. Al igual que en la era pre-Internet era necesario figurar en el listín telefónico y en los directorios de la abogacía, ahora podemos registrarnos en plataformas profesionales como LinkedIn o comunidades jurídicas interactivas como Pleiteando, Abogae o Multiplius, participar en foros profesionales, abrir cuenta en Twitter, colgar nuestros propios vídeos con entrevistas o videoconsejos legales en YouTube, organizar charlas y eventos jurídicos y emitirlos en directo a través de Livestream, y utilizar otras herramientas en la nube (muchas de ellas gratuitas o de bajo coste) que sitúen nuestro despacho como un nodo de conocimiento y una referencia en la mente de los potenciales clientes.
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