En pleno siglo de la digitalización, se ha requerido que todas y cada de una de las profesiones se tengan que reinventar, marcándose nuevos retos, metas y objetivos para el desarrollo de todos sus profesionales.
Nada de todo lo anterior, queda lejos de los servicios legales, sector del que siempre se ha exigido una dosis intelectual más que comercial, idea cada vez más atávica y donde dicha afirmación debería comenzar a ser más pretérito que futuro.
Por otro lado, si pensamos que todo ha cambiado y que todo debe cambiarse, creo que también estaríamos en el camino equivocado, porque si hay algo que nada ha cambiado en la abogacía, es que estamos ante una relación de confianza abogado-cliente, quien este último deposita en el letrado la defensa de sus intereses.
Lo cierto es que sí que se han producido cambios drásticos, sobre todo en la forma de canalizar esa confianza, pues ahora ya no solo se vive del “boca a boca”, o de una reunión inicial en el despacho, si no que ese abogado va a ser sometido a examen medido por sus apariciones redes sociales, en medios de comunicación y blogs de contenido especializado, que es donde este abogado va a poder conseguir su marca personal, concepto cada vez más arraigado en nuestra profesión y del que los clientes son cada vez más conscientes, un auténtico escaparate digital sobre los servicios que ofrecen al mercado los profesionales y una oportunidad para la especialización.
En definitiva, de nada sirve ese abogado quien detrás de su despacho tiene una librería llena de manuales y artículos doctrinales, no sepa transmitir esa información al gran abanico de medios digitales con los que hoy contamos.
¿Qué es lo que esperan los bufetes de un candidato para un puesto de abogado en el mundo de la digitalización?
Quizá hace unos años el pensamiento pudiera ser la necesidad de ver cualidades técnicas exquisitas donde el conocimiento fuese la parte capital del perfil del candidato.
Si bien es un criterio del cual los procesos de selección se han ido desprendiendo poco a poco, pues ahora los grandes bufetes de abogados la cualidad técnica la dan por descontada, basando la búsqueda del talento por medio de la expresión oral, la capacidad de generar marca personal, sus apariciones en medios, blogs y dominio de las habilidades para con el cliente, que en definitiva es lo que va a generar valor al bufete, siendo este el objeto más preciado de un abogado.
Si buscamos una concepción moderna del abogado del siglo XXI bajo mi punto de vista es claro, yo lo definiría bajo la regla de las “tres c”, desglosándose como conocimiento, confianza y clientes, siendo esto último un factor multiplicador de todo lo anterior.
No nos engañemos, el valor de un abogado no se mide por su nivel de conocimiento y manejo de la norma, esto es algo que cualquier profesional debe ser capaz de realizar, si no que, el valor útil de un abogado se mide por el número de clientes que hayan depositado la confianza en ese profesional y en la medida que sea capaz de dar soluciones eficaces ante los problemas que se le plantean.
No hay mejores resultados de éxito que saber que cuando a un cliente se le plantea un problema legal está pensando en ti o en tu bufete como parte de la solución para sus problemas, cuando eso ocurre habremos obtenido uno de los mayores logros que puede obtener un abogado. Para su obtención, los blogs y las redes sociales nos ofrecen un amplio abanico de posibilidades para poder llegar a ese cliente… ¿estamos aprovechando la potencialidad de esta nueva manera de llegar a potenciales clientes?
Parece fácil decirlo, pero realmente ¿cuánto tiempo y esfuerzo diario dedicamos en relacionarnos con nuevos posibles clientes? ¿cuánto tiempo dedicamos en ver a nuestros actuales clientes para preguntarles como les va y crear ese vínculo tan necesario y a veces descuidado en la profesión?
Esta es una parte a la que cualquier abogado debe dedicarle tiempo de trabajo, saliendo de su despacho, dejar de lado el falso pensamiento que los clientes van a acudir a ti a plantearte los problemas, cuando lo que realmente el cliente necesita que sea escuchado, atendido y ser capaz de afianzar una relación a futuro difícilmente indestructible y eso solo ocurre saliendo de tu zona de confort, buscando llevarte al final del día la mejor recompensa, la confianza del cliente.
Uno de los principales retos que debe encontrar un abogado es el equilibrio, en tres piezas fundamentales, el conocimiento sobre una determinada materia en la que poder ser un referente, un conocimiento global de diferentes áreas del derecho e inteligencia emocional para saber escuchar a sus clientes quienes deben tener siempre consigo la sensación de que van a saber que están en las mejores manos y que sus asuntos van a ser tratados con la mayor dedicación y rigurosidad que su asunto merece.
En plena digitalización, las claves del éxito en un abogado han cambiado, por lo que generar una marca personal en términos digitales es uno de los retos como medio generador de valor en la relación confianza abogado-cliente, así como saber manejar emociones, dedicar tiempo en conocer el negocio de tu cliente o saber como le va, cuidar tus nuevos contactos, acercándose prácticamente a la figura de un consultor 360º pero sin olvidar que estamos ante la prestación de servicios legales.
