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16/05/2024. 17:56:44

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La muerte del fashion

Kal Raustiala y Christopher Sprigman
profesores de Derecho Internacional en la Universidad de California en L.A. y de Derecho de la Propiedad Intelectual en la Universidad de Virginia respectivamente

El lobby del fashion presiona, en Nueva York, por la aprobación de un nuevo régimen que reforzaría el copyright en aquel sector industrial. Una reforma en dicho sentido puede ser muy perjudicial para un área que debe su éxito, precisamente, al derecho a copiar.

Hasta hace pocos años, la capital de la moda era Paris, donde un selecto grupo de diseñadores marcaban el norte de la elegancia en el mundo entero. Hoy ya no es así, Nueva York se ha convertido durante la última década en la meca de la alta costura. Por ello, no resulta sorprendente que el senador de aquel estado, Chuck Schumer, haya presentado un proyecto de ley orientado a reforzar los derechos de propiedad intelectual sobre los diseños de ropa. Si bien la legislación de copyrights y marcas comerciales protege muchos elementos relacionados al mundo de la moda, el diseño o la apariencia de las prendas de vestir no son por el momento objetos de apropiación por parte de su creador.

Resulta curioso que la industria de la moda no esté tan protegida como lo está el sector cinematográfico o el de la música. Ello tiene una explicación muy razonable. A diferencia de las otras áreas creativas, la copia de las iniciativas de otros no ha sido vista en el mundo de la costura como una amenaza. De hecho, la creación de la haute couture dependen de la copia.

Los diseñadores no crean sus obras maestras de la nada. Los fundadores de tendencias adoran inspirarse en el pasado en la búsqueda de nuevas ideas. Cuando encuentran algo que les gusta, lo "usan de referencia". Casi siempre toman elementos de otros diseños atractivos, los transforman en cierta medida y consiguen algo del mismo estilo pero no idéntico. Basta con echar una mirada en los escaparates, todo funciona dentro de un área "libre de derechos de copyright", donde cada uno añade elementos de su propia cosecha a creaciones de otros.

El resultado de todo este proceso es quizás el concepto más sagrado de la industria del fashion: la tendencia. La copia de diseños es lo que constituye la tendencia, y la tendencia es lo que hace que la moda venda. Por ello, al permitir la copia de diseños atractivos, la actual legislación se acopla perfectamente a los objetivos de la industria del vestir: crear nuevas tendencias y convencernos de seguirlas. Y este proceso dirigido a imitar diseños exitosos asegura que tales esquemas de estilo se difuminen rápidamente en el mercado. Eso a su vez hace que los creadores originales quieran cambiar de estilo, porque no hay nada menos agradable que ver aquellos modelos que has escogido con tanto cuidado son ahora lucidos por toda la multitud.

Propuestas como las de Schumer acabarían con el proceso innovador de la moda. Aquello que funciona bien para preservar el ímpetu creativo de cineastas y músicos puede resultar un fracaso si es aplicado en las pasarelas. Hay que tener en cuenta que la legislación de copyrigths no sólo prohíbe las copias exactas de las obras ajenas, sino que además relega la comercialización de creaciones "sustancialmente similares". Y los entandares aplicados por los jueces americanos, para determinar esa similitud sustancial, no son muy elevados.

Una ley que refuerce el régimen de copyright no se ajusta a la realidad que buscan regular. La industria de la moda vive del pasado, reciclando y reutilizando ideas de otros, así de simple.

Es muy significativo que, aún a pesar de que la legislación sobre propiedad intelectual ha estado vigente por casi 218 años, el mundo de la alta costura sigue ajeno a tal normativa. La industria en su conjunto es tremendamente productiva, se calcula que se embolsa un promedio de 350 mil millones de dólares anuales. Alterar el mecanismo que hace tan rentable este sector carece de sentido. Una cura así sería peor que la enfermedad.

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