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19/03/2024. 06:09:48

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LEGALTECH TOUR: TOUR 2 BLOCKCHAIN

Una aplicación jurídica del Blockchain: los Smart Contracts

Hasta ahora esta gestión de certificación la han hecho los seres humanos, basados en la confianza mutua. No obstante, las personas pueden ser lentas, despistadas, corruptibles, etc. Por ello, la propuesta de Blockchain es que este trabajo pasen a hacerlo los ordenadores, con el contrapunto añadido de la eliminación de la posibilidad de ser hackeado o atacado.

Blockchain

Blockchain significa «cadena de bloques», y se debe a que se trata de una sucesión conectada y vinculada de bloques que contienen información. Cada bloque puede contener diferentes tipos de información. Hasta la actualidad el ejemplo más conocido es el de la criptomoneda Bitcoin, pero existen muchos otros en proyectos de trazabilidad de productos y de prestación de servicios a personas, además de proyectos solidarios donde es fundamental asegurar el destino de los donativos realizados.

Para ofrecer una descripción más general que permita entender luego los diversos conceptos, cada bloque de esa cadena tiene tres pilares. El primero es la información. En el caso del Bitcoin, por ejemplo, contiene la información relativa a la transferencia de dinero: emisor, receptor, fecha, cantidad, etc. El segundo es el «hash» (número de identificación del bloque, un número único e irrepetible, de igual extensión con independencia del contenido: cada uno de los bloques tiene el suyo propio). El tercero es el hash del bloque anterior. Por tanto, cada bloque queda conectado con su predecesor y sucesor, y se puede imaginar como una pieza de puzle: según la información tendrá una determinada forma, y si alguien cambia la información, la forma también cambiará por lo que dejará de encajar y la cadena quedará invalidada.

Smart Contract o contrato inteligente es un programa informático que ejecuta acuerdos establecidos entre dos o más partes de modo que ciertas acciones se efectúan como resultado de que se cumplan una serie de condiciones específicas. Aquí estriba la diferencia con los contratos tradicionales, pues los Smart Contracts son contratos que se ejecutan y se hacen cumplir de manera automática y autónoma.

Según la manifestación del consentimiento, podemos establecer dos tipos: los contratos de firma digital (aquellos que se formalizan mediante el registro en un sitio web en el que finalmente se exige una cláusula del tipo «Acepto las condiciones de uso»; la aceptación de dichos términos comporta la firma automática de ese contrato) y los contratos de confirmación por voz (la firma es la propia voz de la persona que acepta los términos del contrato).

Las reglas del contrato inteligente, concretadas para un contrato con un particular o con la Administración Pública, son las mismas reglas que hemos mencionado anteriormente: se ejecuta por sí sola si se cumplen las acciones correspondientes. Esto funciona en el lenguaje informático como una sentencia llamada ‘if – then', que significa «si… entonces…» y viene a simbolizar que: «si se cumple la condición… entonces se da el acuerdo».

En consecuencia, se suprime a un intermediario que tenga que estar vigilando el proceso, y se eliminan así también los costes de tiempo y dinero en dicho proceso, simplificando mucho más la tarea.

A la hora de ampliar la utilización de los contratos inteligentes, resulta fundamental tener en cuenta la función multifirma de los Smart Contracts, mediante la cual dos o más personas se deben poner de acuerdo para hacer cumplir las condiciones de un contrato (los intervinientes tienen que estar de acuerdo, de modo que ninguno pueda beneficiarse unilateralmente ni perjudicar conjuntamente al resto de intervinientes).

Otra función interesante de los Smart Contracts es la de los dobles depósitos y actuaciones similares, que permite a dos o más partes, que no se conocen entre sí (sin confianza recíproca), realizar una transacción segura para ambos. El contrato les obliga a depositar en una dirección de la cadena de bloques unos fondos para el cumplimiento del contrato. Como el contrato inteligente tiene una duración determinada, si no llegan a un acuerdo, remitirá directamente los fondos que ambas partes tuvieron que abonar a otra dirección de la cadena de bloques de la que nadie podrá sacarlos nunca. Esta condición fuerza a cumplir a cada uno con su parte del contrato. De lo contrario, los fondos desaparecerían. En conclusión, este doble depósito hace que sea imposible que una de las partes gane sin que la otra lo haga, es decir, no se dan engaños y hace que la gente llegue a acuerdos amistosos.

A modo de conclusión, y con muchos otros expertos y especialistas, suscribiremos que los contratos inteligentes entrarán a formar parte de nuestra vida cotidiana y en multitud de sectores y esferas, como ya lo ha hecho el Internet de la Información; y será necesario que esto se dé, no sólo en el ámbito de las relaciones entre particulares, sino también que la Administración Pública se aproveche y nos ofrezca estas ventajas y usos.

 

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