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19/03/2024. 12:22:21

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¿Se están tecnificando en exceso los Recursos Humanos en los despachos?

Robot con dos cables de conexión

La tecnología en los despachos

LA CARA

Ana Armijo
Directora de Desarrollo de Negocio, Marketing y Comunicación Ashurst en España

Hace no demasiados años, en España el paradigma del profesional del derecho era el abogado de toga. La forma de ejercicio de esta profesión era relativamente homogénea: había despachos muy pequeños y despachos menos pequeños, casi todos de carácter generalista. Pero los tiempos cambian, y con ellos también las tendencias en el mundo del Derecho. A día de hoy aunque sigue habiendo despachos pequeños de tipo generalista, proliferan los despachos especializados. Además han surgido los grandes despachos para adecuarse a las exigencias del mercado, competir en mejores condiciones con otros despachos y alcanzar el postulado del suministro de servicios jurídicos desde un punto único, capaz de proporcionar al cliente no importa qué respuesta a cualquier demanda imaginable, comprendiendo las distintas especialidades jurídicas.

Yo tuve la suerte de iniciar mi carrera profesional en el despacho internacional Ashurst en 2002, cuando la oficina de Madrid estaba en pleno proceso de desarrollo. Aún no había departamentos consolidados, éramos pocos abogados, y los más jóvenes participábamos en todo tipo de operaciones. De esta manera, los llamados “juniors” de aquella época, tuvimos la gran suerte de recibir una amplia formación y nos convertirnos en abogados “generalistas”, antes de especializarnos en una práctica concreta.

La entrada de empresas extranjeras en nuestros mercados, primero, y la salida, después, de nuestras propias empresas a otros mercados, y su interrelación y crecimiento, hacen que el incremento del tráfico genere operaciones más sofisticadas, que conllevan continuos retos y disyuntivas jurídicas. Estas empresas buscan abogados internos con un perfil mucho más “todo terreno o generalista” puesto que por lo general no disponen de departamentos jurídicos de grandes dimensiones y deben de intentar ser autosuficientes en el día a día con sus propios recursos. Es por ello que al enfrentarse a operaciones masivas o complejas que consumen ingentes cantidades de recursos jurídicos, las empresas se ven obligadas a externalizar dichas operaciones a grandes despachos. Estas empresas son cada vez más exigentes y reclaman no sólo trabajar con los mejores especialistas en cada área del Derecho, sino que además exigen que los abogados conozcan su negocio y se involucren cada vez más en él conjugando su visión comercial y proporcionando así un valor añadido (no solo de carácter estrictamente legal). Ya no sólo basta con la excelencia técnica, que por otra parte se da por supuesta en todos los grandes despachos. Es en este nuevo tipo de asesoramiento integral donde reside el novedoso concepto de la “tecnificación” del abogado.

Como consecuencia de lo anterior, los grandes despachos se han visto abocados a una creciente tecnificación de sus abogados y en la mayoría de estos se han implantado programas de formación “exprés” para recién licenciados, según los cuales los abogados “rotan” por algunos de los principales departamentos, a fin de adquirir conocimientos de un barniz más “generalista”, antes de comenzar su especialización. Dicha especialización a menudo desde dentro, puede resultar excesiva al coexistir distintas especialidades dentro de un mismo departamento, donde cada abogado es experto en lo suyo y por lo general no suele tocar el resto de especialidades. No obstante, si nos ponemos en el lugar del cliente, éste recibe un asesoramiento integral de la más alta calidad proveniente de los mejores especialistas.

LA CRUZ

María Burgos
Iterlegis Legal Staffings Solutions

La globalización de los mercados, los avances tecnológicos y el desarrollo en el mundo de la empresa y los negocios originan estructuras cada vez más complejas que constituyen nuevos retos para los grandes despachos de abogados. Los despachos deben adaptarse a un entorno cambiante y en permanente desarrollo, en el que se originan nuevas cuestiones de tipo legal, cada vez más complejas y sofisticadas.

Para responder a las expectativas de sus clientes en un entorno que cada vez es más competitivo, las grandes firmas de abogados demandan determinadas competencias a los profesionales que trabajan en ellas. Se requieren abogados especialistas, con conocimientos profundos de una determinada materia y altamente cualificados, capaces de prestar un asesoramiento eficaz, que permita a los despachos diferenciarse de sus competidores. Los clientes esperan que los despachos conozcan su negocio, comprendan sus necesidades y les proporcionen un asesoramiento de calidad. En definitiva, los clientes demandan expertos, profesionales cualificados que aporten valor a su negocio.

La excelencia, el elevado nivel técnico y la profesionalidad se presupone en los abogados que trabajan en este tipo de despachos, especialmente cuando alcanzan la categoría de socios o tienen una cierta seniority. Pero para poder ser buenos especialistas en una materia determinada, es necesario llevar a cabo un esfuerzo continuado de formación en la materia en cuestión y estar al tanto de las novedades que surgen en cada momento, que no tienen por qué ser exclusivamente de tipo legal.

Desde el punto de vista de la comunicación y el marketing, en los grandes despachos se valora especialmente que los profesionales participen en foros especializados, publiquen artículos, que sean mencionados en los directorios legales, que sean considerados como referentes en una determinada práctica por sus clientes y competidores, y, en definitiva, que ganen notoriedad y gocen de un reconocimiento global y reputacional por su trayectoria profesional en un área específica.

La especialización tiene asimismo una consecuencia económica: el cliente estará dispuesto asumir el mayor coste que supone tener a un especialista que le asesore. Esto es, la especialización no solo se valora en el mercado sino, lo que es más importante, se paga.

En contraposición a todo lo anterior, que sin duda reporta cuantiosos beneficios para las firmas de abogados, la excesiva tecnificación puede no siempre jugar en favor del profesional en cuestión. Si bien es verdad que el abogado se convierte en un gran especialista en una determinada materia, puede tener ciertas dificultades si en un momento determinado decide abandonar su carrera profesional en un despacho y probar fortuna en el ámbito empresarial o si la materia en la que se ha especializado queda obsoleta o deja de tener relevancia en el mercado. En estos casos, el abogado puede encontrarse con que su excesiva especialización le condiciona el resto de su carrera y tendrá que hacer un esfuerzo importante de reciclaje en otras áreas para poder reconducir su trayectoria profesional hacia otros ámbitos en los que se demanden abogados más generalistas.

En definitiva, la excesiva tecnificación de los abogados les proporciona sin duda un valor añadido frente a sus clientes, pero puede suponer una limitación para aquellos profesionales que en el futuro quieran continuar su desarrollo profesional por otros caminos.

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