Abogado
Abogado español desde un año olímipico, el 1992. Un machaquilla jurídico con convicciones propias que sólo cree en Dios y en sí mismo, y que asiste como espectador y colaborador de la Administración de Justicia, y con estupor, a un deterioro institucional constante y progresivo y sin visos de arreglo salvífico. He llegado a la triste conclusión de que el Derecho es la solución para que los débiles como nosotros dirimamos nuestras contiendas. El fuerte no necesita del Derecho para imponerse: sencillamente se impone y nos lo impone. Asisto, sin poder agotar mi capacidad de asombro, al derrumbe del proclamado Estado Social, Democrático y, sobre todo, de Derecho dimanante de la Constitución del 78. Quizá nunca lo fue, pero el papel lo aguanta todo. Soy consciente que cuando no hay justicia es peligroso tener razón. Que cuanto más decadente es un Estado (tras engullir a la Nación), más leyes y más absurdas son.Y que las leyes son como las telas de araña al atrapar a las presas pequeñas y dejar pasar las grandes. Sin embargo, tengo la firme convicción de que mejorar lo que tenemos sólo depende de todos nosotros como colectivos colaboradores de la Administración de Justicia. Levantémonos y veremos que el fuerte no es más que nosotros, sólo que lo contemplábamos arrodillados.
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