Vietnam parece avanzar por la senda recorrida por la República Popular China. La nación indochina, bajo el mando de una férrea dictadura comunista, ha iniciado desde hace décadas un ambicioso proyecto de apertura y expansión económica que empieza a dar sus primeros frutos.
Seguidores del ejemplo chino, Vietnam, el antiguo bastión marxista-leninista, altar de la deshonra estadounidense, comienza su andadura en el reparto de la globalización económica. Desde 1976 -fecha en que el Partido Comunista unificó el norte y el sur- hasta 1985, Hanoi siguió la senda de la autarquía comercial, ocasionando el empobrecimiento de su ancestral pueblo. Hoy, el espíritu de Marco Polo se apodera de la cúpula vietnamita.
Es a partir de 1985 cuando se decide iniciar el camino hacia la transformación de la economía. Doi Moi -"renovación y novedad"- ha sido el eslogan del acompasado cambio. La meta: modernizar la economía vietnamita mediante la liberalización de la actividad industrial y agrícola, fomentar la inversión extranjera, etc. En 1987 se publica la primera Ley de Inversión Extranjera, al año siguiente se autoriza la existencia de corporaciones con capital privado. No obstante, la Constitución de 1992 constituye el verdadero punto de arranque de la transformación jurídica. Sólo tres años después, se aprobó un nuevo Código Civil.
En 1995, Vietnam ingresa en la Asociación de Naciones del Sureste Asiático (ASEAN). Poco después, la cúpula socialista consolidó su afiliación al grupo de Cooperación Económica del Asia-Pacífico (APEC). Además, se firmaron tratados de libre comercio con la Unión Europea y Estados Unidos. Desde entonces, se han conseguido resultados muy favorables. El índice de ingresos de la población ha mejorado sustancialmente. Durante los últimos años se ha mantenido un promedio anual de crecimiento superior al 8 por ciento. Vietnam es -quién diría- una de las economías más dinámicas del mundo. El número de personas viviendo bajo el umbral de la pobreza -esto es, aquellos que subsisten con menos de un dólar al día- ha pasado de representar a más de la mitad de la población a menos de una quinta parte. Sin embargo, la escasez de capital extranjero y los movimientos migratorios campo-ciudad han significado, en años recientes, un creciente índice de desempleo, lo que se suma a una inflación rampante y un sistema político plagado de corrupción.
Estados Unidos, en los años posteriores a la guerra perdida, mantuvo un draconiano bloqueo comercial y humanitario contra la República Socialista, embargo levantado por el presidente Clinton recién en 1994. Paradójicamente, durante el último lustro ha impulsado con decisión la integración de su antiguo adversario en la Organización Mundial de Comercio. El flirteo entre la cúpula comunista y el despacho oval es constante. En 2005, el primer ministro vietnamita, Phan Van Khai, fue recibido efusivamente por Bush en la Casa Blanca. En noviembre de 2006, la Secretaria de Estado norteamericana, Condoleezza Rice, visitaba la nación asiática con motivo de la Cumbre "APEC 2006".
Al igual que China, Vietnam está gobernada por una férrea dictadura partidista. La adopción de medidas económicas depende únicamente de la voluntad de sus líderes, exentos de controles y debate democrático. Por otra parte, se presentan vulnerables a los mismos efectos negativos experimentados por su vecino, entre los que destaca la propagación de los antivalores del capitalismo salvaje. La exaltación confucio-leninista del espíritu de sacrificio y los modelos sociales absorbentes podrían ser rápidamente sustituidos por el individualismo enajenante y la ambición desmedida. Esto sumado a la ausencia de garantías constitucionales. Por el momento, sólo queda apostar con optimismo por el despertar vietnamita. Dos mil años de historia avalan el potencial de la indomable estirpe asiática.
