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19/03/2024. 08:39:10

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Qué joven eres, abogado

Gerardo Parejo Fernández

Me pregunto cuántas veces, desde que comencé el ejercicio profesional, me habré sentado delante de un cliente y habrá pensado estas mismas palabras, de hecho más de una vez alguno me lo ha dicho en alto. Y como imaginaréis no suele significar algo positivo, sino más bien que el cliente adopta ante nosotros una postura de cierto rechazo inicial, ya que preferiría que alguien de mayor edad, y por tanto con más experiencia, le llevara el caso.

Desafortunadamente va a ser inevitable para un abogado tener que enfrentarse a estas situaciones, ya que todo tiene un comienzo y por regla general el abogado empezará a ejercer poco después de terminar la carrera y rondando los veintitantos.

Pues bien, este artículo va dedicado a aquellos que como yo, alguna vez han experimentado un cierto rechazo inicial por parte de su cliente por el simple hecho de ser joven. Lo que por otro lado es perfectamente comprensible, ya que cuando el cliente acude a un abogado lo hace porque tiene un problema que le preocupa, que le quita el sueño, y que necesita que se lo solucionen de la forma más satisfactoria posible; y que por tanto, al soler asociarse la pericia del abogado con su edad, en la mayoría de los casos el cliente preferiría que su asunto se lo llevara alguien más experimentado.

Puedo contaros por experiencia propia que no son pocas las situaciones en las que me he sentado con un nuevo cliente y con el socio director del despacho, mayor en edad y en experiencia que yo, y cuando ha llegado la hora de intervenir en el asunto el cliente me ha reprochado que pensaba que el asunto se lo iba a llevar el socio director. En ese momento sabía perfectamente que gran parte del reproche estaba motivado por mi juventud y presunta inexperiencia.

Quizás os sorprenda que a mis 31 años y con más de 8 años de experiencia en el ejercicio profesional aún siga topándome con estas situaciones. Sin ir más lejos hace tan sólo unas semanas al reunirme con un cliente nuevo, éste hizo el mismo comentario que lleva el título de esta entrada, eso sí, a continuación quiso aclarar que no lo decía como algo negativo, sólo que no se lo esperaba (habíamos hablado antes un par de veces por teléfono).

Pues bien, creo que puedo afirmar que si algo he aprendido al tener que enfrentarme ante este tipo de situaciones, es que debemos tratar de "darle la vuelta a la tortilla", de que hagamos de nuestra juventud un valor añadido. A continuación me permito compartir con vosotros algunos consejos que me he ido aplicando estos años y que espero que os sirvan si estáis en esta misma situación:

  • La juventud suele percibirse como energía, ambición, entusiasmo, ganas de aprender, pero también de tener éxito. Si somos capaces de transmitir todas estas cualidades al cliente nos ganaremos su confianza.
  • Vestir con elegancia pero con cierto toque moderno. Somos jóvenes, comuniquemos al cliente con nuestra vestimenta que estamos orgullosos de serlo, con ello le transmitiremos seguridad en nosotros mismos.
  • Marcar la diferencia en cuanto a la atención al cliente. La queja más recurrente por parte de los clientes en esta profesión es la desatención, compensemos la falta de experiencia con una buena atención al cliente adelantándonos a sus llamadas, informándole periódicamente del estado de sus asuntos, etc.
  • Estudiar cada asunto hasta el más mínimo detalle. Dentro de lo posible, prepararnos cada caso con mucho mimo y procurar no dejar ningún cabo suelto, pero sobre todo hacérselo saber al cliente, porque de esta forma no importará el resultado del pleito, estará contento con nuestro servicio y nos habremos ganado su confianza y fidelidad.

Si logramos acumular todas estas cualidades y transmitirlas de forma eficiente al cliente, probablemente acabaremos logrando que nos valore como el profesional que somos, con independencia de la edad que tengamos.

Por supuesto siempre habrá excepciones, sobre todo si el asunto en cuestión acaba teniendo un resultado que no es el que esperábamos, y pueda hasta darse el caso de que el cliente piense que si le hubiera llevado el asunto un abogado más experimentado podría haberse resuelto de forma más satisfactoria, y esto último lo he vivido en primera persona, pero al menos, tendremos la certeza de que lo hemos hecho lo mejor que hemos sabido y que la impresión que se lleva el cliente en este caso está lógicamente viciada por el resultado del pleito.

Otra solución es afrontar este tipo de situaciones con resignación, poner buena cara y ejercer nuestra profesión con la mayor excelencia posible y esperar que con el tiempo, el cliente nos acabe valorando por nuestros actos, no por nuestra edad. Eso, o llegará un momento en que ya no seremos tan jóvenes y nos habremos librado de ese lastre definitivamente.

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