Navidad, Navidad, dulce Navidad, la alegría de este día hay que celebrar… Ésta, y no otra, tendría que haber sido la banda sonora de las fiestas pasadas. Pero sonaron algunas muy diferentes. Abría el periódico por la mañana y, desde la portada hasta la contra, la canción más repetida era una que hablaba de ineficacia de nuestro sistema judicial. De su inoperatividad y de las desigualdades que genera. Desahucios de vivienda habitual (pobre señora, dice la plataforma; cuando avaló al hijo tenía plena capacidad de obrar, dice el banco), diferencias de tratamiento a los corruptos (la Pantoja sí; la Pantoja no).
Pero lo que me llamó realmente la atención fue comprobar cómo este clamor se había filtrado incluso en la columna de la Iglesia. El sacerdote (buen amigo) que la escribía comenzaba diciendo textualmente que "hay días en los que es mejor no levantarse de la cama". ¡Pero si estamos en Navidad! ¿Cómo puede decir eso mi querido Justo? (Gran nombre para un hombre de moral como tú). Seguí leyendo y comprobé que dedicaba su artículo a una noticia reciente aún más indignante que el resto. Un Juzgado de Instrucción había decretado la libertad provisional del "violador del portal", detenido en octubre por varios delitos de abusos sexuales… por no existir riesgo de fuga. Tras explicar que el menda llevaba en la cárcel diecisiete años por cometer ciento y pico atrocidades, y que había salido a la calle por la bienaventurada doctrina Parot, concluía resignado que ni siquiera se planteaba ya entender las cosas. Así tendrá que ser, "el 99% de los mortales no sabemos nada de los mecanismos que entraña nuestra Justicia", decía. Y eso que él estudió en día Derecho canónico, e incluso le sacó punta en alguna que otra nulidad matrimonial…
En lo del porcentaje tenía razón. El 99% de los mortales no sabe cómo funciona la Justicia. No sabe lo complicado que es armonizar los principios fundamentales y evitar conflictos. La cosa no se limita a lo de pobre señora o maldito banco. El debate versa sobre si la movilización ciudadana ha de marcar la agenda política; sobre los enfrentamientos entre los propios jueces en pro o en contra de los procedimientos privilegiados para el cobro de los créditos hipotecarios; sobre si un sistema que garantiza la obligatoriedad de los contratos puede ser compatible con la aplicación de filtros de humanidad ante situaciones extremas. Surgen mil preguntas. Y lo más complejo es que cada una tiene varias respuestas. Y todas buenas. O malas.
Y no es menos cierto que, en ocasiones, el otro 1% de los mortales (quizá alguno más) que nos dedicamos a bregar en esta jungla olvidamos que, de un modo u otro, el bien ha de ser premiado y el mal castigado -o al menos contenido- en esta vida, sin esperar a la eterna, como decía mi amigo sacerdote en su artículo.
Dilemas aparte, me quedo con la ultima parte de su columna. Por más que me pisen el hígado esas cuestiones, reconocía, no podremos contener el mal únicamente a fuerza de represión policial y de sentencias de encarcelamiento. Y es que el mal se vence ahogándolo en bien.
Solo por esa frase, querido Justo, ya te mereces un feliz 2015. Te lo deseo en el convencimiento de que, esforzándonos, dejaremos un mundo mejor del que hemos encontrado. Y también os deseo un feliz 2015 a todos los demás hombres justos (os llaméis así o no), incluso a los que leéis columnas jurídicas.
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