Carlos Carnicer se ha convertido en una figura de primera línea en el debate jurídico de nuestro país. Los abogados correríamos el riesgo de acostumbrarnos a la invasión de la política, si no existieran, todavía, sendos parapetos de ideas y sentido común defendidos por un puñado de juristas de fuste. Carnicer es uno de ellos. Es una de las voces que denuncian la envolvente sombra que se cierne sobre nuestro cosmos jurídico. El Pacificador denuncia aunque no siempre gusten sus palabras. Denuncia porque tiene que denunciar.
Los abogados hemos de apostar por una Justicia independiente, moderna y eficaz. Una Justicia mejor, que responda a la imagen de una potencia del siglo XXI. Y España lo es. Al menos eso nos dicen nuestros políticos. Por ello, Carnicer tiene razón cuando afirma en la entrevista publicada en Legal Today que todo, absolutamente todo, pasa por un pacto de Estado para la Justicia.
Un pacto realista, consensuado y plural que liquide el caos que ahora padecemos. Un pacto generoso, en el que las fuerzas políticas dejen en manos de los profesionales de la justicia la gestión de las instituciones jurídicas, eliminando para siempre el trauma de tener una espada de Damocles sobre la testa de Diké. Un pacto que permita, de una vez por todas, la modernización de la justicia española y el desarrollo integral de nuestros profesionales en libertad y solidaridad. No sólo de ello depende la calidad de la justicia, sino también todo el tinglado institucional que tan preciado es para nuestra supervivencia como Estado.
"Me gustaría ser recordado como un abogado que luchó por los abogados", nos dice el Pacificador. Un hombre de consensos, como él, siempre será evocado con respeto. Los abogados sabemos que nunca es fácil pedir calma en medio de las tormentas. O de huracanes como el que nos ha tocado vivir. Carlos Carnicer ha apostado fuerte por un modelo de justicia. Un modelo ajeno a los vaivenes de la política coyuntural. Un modelo anclado en las certezas eternas de la profesión: la independencia y la autoridad. Un modelo que recoge lo mejor de nuestra historia, los más graves retos y los más grandes sueños. Un modelo, en suma, digno de los abogados españoles y del derecho, el verdadero derecho, que siempre es aquel que no se puede someter.
