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26/04/2024. 11:31:18

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Mujer, madre y empresaria en la Abogacía

Pilar de Dios. Socia Directora de Proinda Consultores

Fue a primeros de octubre de 1994 cuando después de un par de años de cortas experiencias profesionales, me fijé en un anuncio en un periódico en el que se pedían socios para montar una asesoría de empresas. El anunciante resultó ser otro joven abogado como yo que había decidido emprender (entonces no se utilizaba todavía esa palabra y hablábamos de “montarnos por nuestra cuenta”). A ese anuncio atendió también otro joven economista y en pocos días estábamos los tres ya trabajando juntos como socios.

Sin duda los comienzos de nuestro entonces pequeño despacho fueron duros. Teníamos que hacer de todo, desde limpiar la oficina hasta salir a la calle a puerta fría buscando clientes. Pero probablemente para mí tuvieron un plus de dificultad porque a la juventud e inexperiencia se añadía mi condición de mujer: los clientes confiaban antes en mis socios que en mí, a quien en muchas ocasiones identificaban como “la secretaria”. Para captar a los clientes y fidelizarlos a veces eran mis compañeros, quienes previamente instruidos por mí cuando se trataba de temas de derecho laboral, hablaban con el cliente o, como mínimo, estaban presentes en las reuniones como si fuera preciso avalar mis propuestas y conocimientos.

Con el paso de los años y a base del propio esfuerzo personal y profesional, así como, sobre todo, el deseo constante de hacer bien el trabajo, la realidad es que ahora percibo sin problemas y, todo hay que decirlo, también con satisfacción, la confianza que los clientes depositan directamente en mí, tanto si me conocen desde hace tiempo como si son clientes nuevos.

Pero dejando de lado ese contacto con el cliente, difícil en los primeros tiempos, la realidad es que jamás junto a mis socios me he sentido discriminada en el desempeño de mi trabajo, sino que muy al contrario, me han valorado y respetado siempre.

Los vaivenes de la vida empresarial hicieron que desde 2007 pasáramos a ser dos socios, que a día de hoy seguimos trabajando juntos en el mismo proyecto, del que estamos orgullosos no solo porque hemos sido capaces de mantenerlo y consolidarlo en el tiempo, sino porque sigue creciendo y desarrollándose.

Nuestro proyecto sigue siendo una asesoría de empresas, pero con la particularidad de que hoy es un despacho altamente especializado en el sector sanitario dental y de medicina estética y, a nuestro modo de ver, un ejemplo de absoluta paridad de género:

  • Dos socios/directores iguales a todos los niveles, desde la responsabilidad a la retribución.
  • Un organigrama totalmente paritario, en el que tanto los puestos de responsabilidad como los operativos están distribuidos al 50% entre hombres y mujeres, con retribuciones fijadas en función de criterios totalmente ajenos al género.

Y aunque pueda sorprender, lo realmente bonito no es en sí esta paridad de género de nuestra empresa, sino el hecho de que no ha sido buscada a propósito: han sido los méritos de cada persona los que la han llevado a ocupar el puesto que desempeña, sin que de forma consciente buscáramos mantener ese equilibrio. Sin duda es una muestra innegable del avance de nuestra sociedad, sobre todo, en aquellas empresas en las que no tenemos ningún prejuicio de género a la hora de contratar y cubrir un puesto, sea el que sea.

Desde mi punto de vista, el mundo del Derecho es uno de los más adelantados en el reconocimiento de la igualdad entre hombres y mujeres: a lo largo de mi carrera he conocido más abogadas que abogados, más juezas que jueces, más procuradoras que procuradores…

Y esta importante presencia femenina puedo hacerla también extensible al sector al que de forma prioritaria prestamos nuestros servicios, pues también en la odontología y la medicina estética está siendo ya mayoritaria la presencia de mujeres odontólogas y empresarias, frente a la situación de hace unos años en las que los hombres eran mayoría.

Lamentablemente, sí que hay un aspecto en el que no veo avance y en el que sí se produce una desigualdad de género, pero no es derivado en sí misma de una discriminación sexista sino de un condicionamiento económico. Me refiero al peso económico que tiene que soportar la empresa ante las situaciones de maternidad y guarda legal de los hijos menores. Si bien los padres también pueden disfrutar del permiso y solicitar luego la reducción de jornada, a nadie se le escapa que casi siempre son las madres quienes ejercen estos derechos, derechos que tienen una contrapartida económica y de otros aspectos legales que soportan las empresas.

Las empresas son organizaciones con un objetivo básico de lucro y si una circunstancia, en este caso una imposición normativa, puede suponer una minoración de sus beneficios, es lógico que trate de evitarla, sin que en realidad eso implique una posición sexista, sino meramente empresarial. A mi entender, y hablo como mujer, madre y empresaria, creo necesario modificar el sistema legal para impedir que las obligaciones económicas que recaen sobre las empresas ante la maternidad y la conciliación de la vida familiar, acentúen en vez de aminorar la desigualdad entre hombres y mujeres.

En definitiva, afortunada, sin duda, es el adjetivo que mejor describe mi carrera profesional en el mundo del Derecho y de la empresa al que llevo ya dedicados 27 años.

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